2011/01/23

2011/01/22

No sé por dónde empezar. Hoy estoy muy emocionada y conmovida. Resulta que en Bikaner nos hemos topado con una gente Muy Amable con mayúsculas. Ayer al anochecer Bilal y sus locos amigos Husein y Sandi Solo nos llevaron de paseo en sus motos al Casco Viejo para mostrarnos la mejor barbería de la ciudad. A Gorka le tocaba un afeitado y a Bilal un corte ligero de sus melenas, así que nos metimos los cinco en aquel minúsculo establecimiento, donde dos señores y un niño trabajan a destajo y con mucha maña para ganarse la fama que tienen. 
Cuando llegamos ya había dos clientes siendo atendidos y otros tres esperando. Aún así entramos todos y lo currantes tenían espacio suficiente para moverse y llevar a cabo sus tareas. A los diez minutos nos sirvieron un chai para acompañar las risas y amenizar la espera más si cabía.
Le tocó el turno a Gorka y disfrutó de lo lindo de la experiencia. Solo hacía falta verle la cara de satisfacción  para desear tener barba y ganarse ese cuidado y esa atención, y esos masajes... Ese arte de trabajar y esa falta de prisa a la hora de dar a los clientes lo mejor de uno mismo. Quizá alguien recuerde ese amor al trabajo y ese disfrutar con lo que se está haciendo, pero dudo que alguien de mi generación (y qué decir de las posteriores) pueda realmente saber de lo que estoy hablando. A lo mejor se conoce la teoría, pero realmente no se Sabe, porque ya no se ve, no se estila en esta vida tan moderna. Es como si la sociedad moderna en su conjunto padeciéramos de alzheimer y corriéramos, sin tener tiempo de amar, a estamparnos a ese terrible final.
Hoy por la mañana Sandi Solo ha venido a echar un rato con nosotros y Liam, el londinense y superdotado visual que se aloja en el cuarto de al lado. Hemos disfrutado del solecito de media mañana en el jardín y hemos jugado como niños con un tirachinas. Después Sandi Solo se ha prestado voluntario para hacer de guía y enseñarnos el Casco Antiguo, con su mercado de especias (famoso por el buen y barato azafrán que allí se puede conseguir), sus calles estrechas y su Templo Jainista. Hemos echado con él una estupenda mañana. A primera hora de la tarde hemos vuelto a casa para llenar los buches con la suculenta comida de Hansha y el nepalí Suresh, el muchacho al que caímos en gracia por provenir de un pueblo llamado Gorkha. Esos pequeños detalles que nos hacen sonreir a todos...
Ahora, ya al atardecer, he visto que Hansha y su sobrina de 18 años Aishwarye estaban sentadas en el suelo de la cocina pelando ajos y me he ofrecido a ayudarles, ya que me ha parecido un momento precioso para compartir algo con ellas. Al principio se han asombrado de que supiese cómo hacerlo, pero en seguida les he contado que Lontxo, mi aita, tiene una huerta y que él también suele sentarse a menudo a pelar ajos para ahorrárselo a posteriori,  y ya me han aceptado como a una más.
Charlando de esto y de lo otro ha salido el tema de los matrimonios concertados, ya que a Aishwarye en seguida (no sabe cuándo) le tocará casarse (no sabe con quién). Hansha y Mohiraj (Mr.Singh), que también se ha unido a los trabajos de cocina y a nuestra cháchara, se casaron de la misma forma y dicen con una sincera sonrisa que han sido afortunados.
Me ha asombrado muchísimo la naturalidad con la que tratan el tema, y me he sentido un poco la niña de occidente que solo entiende lo suyo como normal. No sabría explicarme. Me hacía feliz el simple hecho de que Aishwarye se ilusionase al pensar que algún día su marido le cantará canciones románticas. ¡Fíjate cómo somos! Y nosotros venga a elegir a nuestras parejas, y después, arrepintiéndonos de nuestras elecciones, por no saber que una relación se trabaja y se cultiva día a día; que no consiste todo en tomar una elección un día y dejar que se marchite con el pasar del tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario