2011/02/21

¡¡NOTA!!

En Nepal las cosas no están tan sencillas como en India. Hay escasez de Internet y, sobretodo, de electricidad. Téngase en cuenta, por favor, que introduciré más entradas del tirón, por falta de oportunidades.
DISCULPEN LAS MOLESTIAS.

2011/0219 ¡A por el tigre!

Hoy hemos cogido un guía, Hukum, nuestro amigo, y junto con otra pareja joven nos hemos adentrado en el Parque con esperanzas de avistar algún bicho grande. A las seis y media hemos partido jungla adentro. Los ciervos han sido los primeros en dejarse ver. Había un montón de ellos, pero era neceario tener buena vista o los binoculares de Hukum entre manos, ya que no se dejaban acercar tanto como nos hubiera gustado. Tras la zona boscosa hemos pasado a una llanura de tipo sabana africana, y cada vez nos encontrábamos más excrementos de elefante y rinoceronte, con chorongos del tamaño de mi cabeza.
El safari continuaba. Hemos cruzado varias ramas del río Karnali con habilidad y con cuidado de pisar solo en las piedras que no se movían. Aún era pronto y se notaba que estábamos todos frescos y energéticos.
A media mañana hemos parado en una torre para avistar cualquier tipo de ser que se acercara a beber agua a aquel río. Ciervos, monos y un montón de pájaros y patos de miles de tamaños y colores diferentes y de miles de nombres que mi ignorancia desconoce.
Después, hemos empezado a seguir el cauce de uno de los ríos y hemos podido observar al primer animal que asusta: ¡un cocodrillo! ¡un cocodrilo muy grande! Todos detrás de Hukum caminábamos hacia el imponente reptil, pero hemos sacado más ruido de la cuenta y, con lentitud pero sin parar, se ha sumergido en su poza. Hemos esperado durante un buen rato por si volvía a asomarse, pero el animal debía de tener unos pulmones como dos catedrales... Total, que hemos seguido cauce adelante hasta la hora de comer y Hukum nos ha llevado a un lugar clave. Al parecer desde aquel sitio ha llegado a ver a los tigres que bajaban a refrescarse al río.
Quizá fuese porque el viento alertaba al animal de nuestar presencia o quizá porque es más listo que el hambre, pero durante las horas de silenciosa espera y espectación el tigre solo nos ha dejado oir tres de sus roncos rugidos. Por aquí se dice que para cuando tú ves al tigre, él te ha visto cien veces.
Por la tarde hemos recogido el campamento y, de nuevo, nos hemos puesto en marcha. Caminábamos por los espesos y tupidos senderos, cuando de repente, Hukum se ha parado en seco y nos ha señalado a todos que mantuviéramos el silencio. Nos ha mostrado una huella reciente de tigre y se ha puesto a mirar por todas partes en busca de alguna otra señal. Justo entonces hemos vuelto a escuchar su rugido. Esta vez su voz se escuchaba más nítida y más cercana, y Hukum ha hecho que le siguiéramos sacando el menor ruido posible. El mero hecho de sentir al animal tan cerca hacía que la aventura fuera realmente excitante y palpitante. Hemos llegado a la abertura de otro río y hemos mirado hacia un lado y hacia el otro en busca de nuestro objetivo. Hemos cruzado el río y Hukum ya se había percatado de la presencia de otro cocodrilo a lo lejos. Nos acercábamos a él, esta vez con mucho éxito, cuando se han empezado a oir muchos ruidos asalvajados en esa orilla del río. Hukum se ha agachado instintivamente y todos hemos hecho lo propio, menos Gorka, que se paseaba a su bola más alejado con la curiosidad de un niño fisgoneando por aquí y por allá. Hukum ha llamado su atención sacando el menor ruido posible, y ha empezado a correr hacia donde se encontraba el cocodrilo, con la intención de cruzar el río por allí. El tigre estaba asustando a los animales de aquella orilla, por eso el ruido alborotado y alocado que venía desde dentro de la espesura. Así que debíamos escondernos en la orilla contraria para ver si así nuestro perseguido salía al río. Entre la emoción del momento, el tigre por detrás, Hukum corriendo, el cocodrilo a la derecha, que se había asustado con nuestra estampida y se movía hacia el agua... ya no había piedra que se moviese o no se moviese bajo mis pies. Directamente pisé donde me venía bien y el río se introducía en mis zapatillas como fresca lluvia de mañana... ¡después de haber aguantado el equilibrio durante toooodo el día y toooodos los ríos cruzados con éxito! ¡con lo pato que soy yo!
Bueno, total, ya en la otra orilla nos hemos agazapado y hemos mantenido la alerta para poder divisar a todo lo que pudiera moverse en la zona del río. Hasta que ya el alboroto se ha calmado y Hukum ha concluído que el tigre debía haberse marchado en la otra dirección. Y ya, poquito a poco nos hemos ido para casita despidiéndonos de los ciervos que salían a nuestro camino. Hemos llegado a nuestro campamento 12 horas después de haberlo dejado y el cansancio se dejaba notar en todas las partes del cuerpo.








2011/02/18 En la Jungla de Bardia

Ayer quisimos salir de Mahendra Nagar, porque al ser fronterizo, no veíamos cambio ninguno y, tras casi tres meses de India, estábamos ansiosos de entrar en el Nepal relajado del que tanto nos han hablado. Nos fue imposible conseguir ningún tipo de transporte debido a que la carretera estaba bloqueada por asuntos de interior. No obstante, hoy por la mañana ha habido suerte y los autobuses volvían a funcionar con normalidad. A las ocho y media nuestro autobús se ponía en marcha por la Mahendra High Way hacia el este. Nos hemos bajado cuatro horillas más tarde en Ambassa, destino que decidimos justo ayer por la tarde, que no tuvimos nada que hacer y estuvimos estudiando el mapa de esta tierra aún por descubrir.
En Ambassa nos hemos bajado del autocar y Hukum ya nos estaba esperando con un amigo. ¿Cómo hemos llegado a conocer a Hukum? Hoy por la mañana, estábamos esperando a que el bus saliera y hemos estado sentados unos cuarenta minutos dentro del vehículo. Estando allí, un nepalí muy agradable llamado Prem nos ha dado charla e información valiosa. Cuando ha sabido a dónde íbamos, nos ha hablado de un amigo que ofrecía alojamiento en Thakurdwara, por si nos interesaba. Pues resulta que era justo donde queríamos pasar la noche. Así que, en seguida, hemos cogido su tarjeta de visita y el nombre de la persona que regenta el lugar: Hukum Shahi, del Jungle Base Camp. Prem se ha comprometido en llamarle por teléfono y decirle que nos viniera a buscar personalmente.
Bueno, pues menos mal que hemos conocido a Prem antes de que el bus partiera y nos alejáramos de él hasta siempre. Resulta que en Ambassa no hay nada. Es un poblado de siete chozas de barro y tejado de paja (como la mayor parte de los poblados Tharu, gente que aún mantiene su lengua y su cultura, y a quienes se trata como a una casta diferente), sin caminos asfaltados y sin ningun hotel ni guest house ni donde caernos muertos, y un letrero que nos decía que Thakurdwara nos llevaba la delantera por 13 kms. Y ese, era un camino impensable con nuestros 10 kilos y más de mochilazas.
Así que, Hukum nos ha presentado a su medio de transporte: una moto de 125. Nos hemos asustado al pensar en el duro camino que nos esperaba, pero menos daba una piedra... Yo me monté con él y con mi cruz, y Gorka con su amigo por detrás. En menos de dos kilómetros hemos atravesado un río, y yo estaba flipando. "¿No hay carretera?" le pregunté a Hukum, y este se rió a carcajadas y me confirmó que aquella era la carretera. Después añadió que solo tenía que imaginarme aquello durante el monzón... y se rió aún más. Me cayó muy bien, yo a él también, y fuimos hasta su "camp" con una cháchara agradable. No sin quedarnos sin gasolina por el camino. ¡Jeje! ¡Es que el gasolinómetro no le furrulaba!      ¡Qué gracia! Total, que esperamos a que llegara la otra moto, le vació un vasito y otra vez sobre ruedas.
El camino que hemos recorrido hoy desde Mahendra Nagar hasta aquí ha sido increíble. Me recuerda a mi Euskadi: mucho árbol, mucho verde y siempre alguna cordillera o montaña a la vista. Eso sí, muy diferente al mismo tiempo, por los poblados y las gentes. ¡Qué maravilla de lugar! ¡Me siento en el National Geographic Country!
¡Y qué delicia de Jungle Base Camp! Como cuenta su nombre, estamos en la jungla. Thakurdwara linda con el Parque Natural de Bardia. Tenemos una chocita de barro y paja en medio de un paraje verde de bambú y hojas grandes. Aunque nunca haya estado allí, me recuerda a la Polinesia (sin mar) y a Gorka al Amazonas. Hay tanta vida natural y tanta belleza por todos los lados que me hace sentir como si pudiera alimentar mi corazón directamente por los ojos. ¡Y por el mismo precio de cualquier otro guest house cutre en India!





Nuestro vecino el elefante.

2011/02/17 En Mahendra Nagar, NEPAL

El día 15 de febrero, decidimos coger un tren local para poder llegar a Bareilli. Resultaba que solo salía un tren normal hacia ese destino por semana y, casualmente, había salido el día anterior. Claro, la restricción de nuestro visado no nos permitía quedarnos a la espera, asín que, armados de valor y ánimos, nos pusimos las mochilas a la espalda a eso de las 17.00 y nos acercamos a la estación. La compra del billete resultó de lo más fácil y ridículo. A las siete saldría nuestro tren y diez horas más tarde llegaríamos a Bareilli. Un viajecito de 269 kms por el simbólico precio de ¡36 rupias por cabeza! Visto lo visto,  nos esperábamos lo peor: luchas con las hordas de indios para conseguir un hueco, un tren más carraca que los cogidos hasta el momento y un viaje largo, incómodo y aburrido.
Solo resultó cierta la última espectativa. El tren que iba a llegar a las 19.00, se retrasó a las 20.00 y, realmente,llegó a las 21.00.  El tren era el mismo tren que todos los demás, con la diferencia de que para este no se pueden hacer reservas y solo existe un bilete general que sale a la venta dos horitas antes del horario de salida establecido. Todos quisimos entrar de golpe y porrazo para pillar un sitio bueno, pero al parecer, el tren no venía de lejos y hubo sitio hasta para los más lentos. Cogimos dos asientos que estaban juntos; no pedíamos más y durante las primeras horas de viaje el pensamiento positivo fue fácil de mantener.
Pero entraba más la noche, y entraba más y más gente, y entraba más la agonía. Los pasajeros que se apretujaban los unos contra los otros, algunos que se subían al portamaletas para dormir, niños que lloraban, madres que charlaban, hombres que gruñían, quesos que olían, móviles que no callaban y sueño que no nos atrapaba.
Y nos quedaba el segundo reto nocturno que pasar: ya que sabíamos que en una estación el tren se iba a separar, y solo una de las dos mitades iba a llegar a Bareilli. Nos habían dicho que nos subiéramos en la parte delantera del tren, pero en alguna estación el tren cambió de sentido, y ya no sabíamos a cuál de las dos partes delanteras se referían.
A eso de las cinco de la mañana, nos enteramos que estaba produciéndose la división del tren, y que, justamente, estábamos en la mitad que iba para Haridwar. Titiri tiriiiii. Los vagones a los que teníamos que subir estaban petadísimos, peeeeero gracias a esos ángeles de la guarda que te encuentran y te hacen la vida más fácil, nos hicieron un huequillo en una litera. Íbamos cinco en un asiento normalmente para tres. Sin embargo, sabíamos con certeza que íbamos en nuestro vagón y nuestras posaderas, aunque doloridas, iban bien posadas.
Llegamos a puerto para las 8.00 de la mañana y dos pillos nos quisieron engañar. Menos mal que ya andábamos curtidos en estos temas, y menos mal, de nuevo, a nuestro ángel de la guarda que nos alejó de aquella gentuza en cuanto nos vió gesticular más de la cuenta. Este señor nos preguntó sobre nuestros planes y, en seguida, nos cogió un rickshaw, a cuyo conductor le dejó muy claro a dónde y por cuánto nos debía transportar. Un cuarto de hora más tarde estábamos sentados en el bus que nos llevaría a Banbassa, pueblo fronterizo, para entrar al sudoeste de Nepal.
No paró de llover durante las cinco horas de bus de mielda, y aquella lata se llenaba de agua gracias a sus cientos de goteras que chorreaban el agua celestial.
En Banbassa, nos tomamos unos riquísimos tés para entrar un poco en calor y coger fuerzas para negociar con los rickshawistas el acercamiento al checkpoint nepalí. De nuevo, suertudos, queriendo hacer dedo, fuimos a parar a un coche habitado por dos amables jóvenes que no dijeron que no a nuestra petición de hacernos un sitio en su vehículo. Nos dejaron a un kilómetro de la frontera india y nos buscaron un rickshaw hasta la frontera nepalí a un precio pagable. Nos despedimos, les dimos las gracias y nos pusimos rumbo a Nepal.
Primera parada: puesto fronterizo indio. Los currelas de la frontera contaban y recontaban los días que habíamos hecho en India para ver si de alguna manera u otra nos podían quitar los cuartos; pero, visto que no podían rascar nada, nos echaron el sellito y la firmita de mala gana. Nosotros, sin embargo... nosotros sí que estábamos contentos y satisfechos. Pasaporte sellado en mano, volvimos a nuestro rickshaw para salvar el kilómetro y medio de tierra de nadie hasta el puesto nepalí, y nos encontramos con que el conductor nos quería doblar la oferta inicial. Nos reímos en su cara, cogimos nuestras mochilas y le dijimos que allí se quedaba sin dinero alguno, si no se atenía al acuerdo inicial. Y así lo quiso el santo. ¡Hay que ver lo tonta que se pone esta gente cuando se cree que sí o sí van a engañar siempre al turista! ¡Venga, hombre!
Nos pusimos a caminar y, a mitad del maravilloso y vistoso camino, un motorista nepalí nos ofreció un viaje. Gorka no dudó en concederme el honor. Me dejó en la tasquilla fronteriza y empecé a rellenar todos los papeles para hacernos con el visado nepalí. En seguida, escuché el silvido recontento de Gorka, que entraba en Nepal, a la tierra de sus sueños, con esa felicidad infantil que pocas veces sentimos y es la mar de contagiosa.




2011/02/15

2011/02/14 Haciendo planes para cruzar la frontera

Estoy un poco cochinilla, pero no tengo ni pizca de ganas de ducharme. Por mucho que Gorka me chille desde el "toilette". Estamos en Agra, Uttar Pradesh. Ayer dejamos Rajastán tras las espaldas. Los últimos seis días los hemos pasado en Pushkar, donde nos lo tomamos todo con mucha filosofía y tranquilidad. Un pueblo de unos veinte mil habitantes, un lago sagrado en el centro y miles de tiendas con precios de ganga a donde llegan otros miles de turistas para hacer negocios. 
Conocimos a Ana y a Alberto de Madrid, grandes personas, y nos encontramos con Tona, otro miembro de los Nueve de Rishikesh. La despedida fue hermosa.
Y ahora, en Agra, feucha y sucia. Bueno, sucias son todas las ciudades en India, pero si lo especifico es por ser especialmente sucia. Aquí llegan miles de turistas para sacarse la foto-postal con el Taj Mahal de fondo. Sin embargo, nosotros hemos llegado porque tenemos que tirar para Nepal y no queremos subir a Delhi. Así y todo, ya estango aquí, por la mañana hemos ido a verlo de cerca, y sacarle unas fotos desde una perspectiva alternativa. La verdad es que no hemos querido pagar las 750 INR que piden a los extranjeros, porque nos parece una barbaridad. Con este dinero preferimos alojarnos en algún otro sitio por tres días, o quizá, incluso cuatro. Somos viajeros basurilla, por mucho que nos lancen la retórica de que es una actitud absurda y sea una de las siete maravillas del mundo. Pues ya ves...


El Templo Sikh de Pushkar.

Pushkar desde el templo de la primera mujer de Brahma .

Starring: Alberto and Ana.

La Puja del lago en Pushkar.
¡¡El culor del Taj Mahal pa los basurillas!!

2011/02/11

2011/02/06 Rajastán a todo motor

Hoy por la mañana nos hemos reunido con Franco, que llegó ayer desde Pushkar, para hacer yoga juntos y recordar así nuestro tiempo en Rishikesh. ¡Qué alegría volver a vernos!
Después, hemos cogido una scouter en alquiler con la intención de llegar a las cataratas de Bhimlat, a una horita de camino más o menos. Nos hemos apuntado la ruta que teníamos que seguir y Chicu nos ha dado un papelito en el que ha escrito en hindi "¿nos podrías indicar por dónde llegar a tal sitio?".
Con esto y un bizcocho nos hemos montado en la motoreta y hemos salido a la general. ¡Madre mía! ¡Vaya subidón de adrenalina! Autobuses pasando a camiones y nosotros saliendo a la cuneta, baches que nos hacían volar y, por si fuera poco, con eso de que somos guiris y los conductores querían vernos, más de una vez, jeeps y otras motos se nos paraban en paralelo para saludar y hacernos el par de preguntas de rigor. ¡Incluso nos han llegado a ofrecer por la ventanilla una botella de ron para que le diéramos un trago! El peligro nos ha perseguido durante una hora, al cabo de la cual, al no ver ninguna señal de las que nos habían hablado, nos hemos parado en frente de un puesto de chai. Les hemos enseñado a los señores el papelito que Chicu nos había dado, y estos se lo han ido pasando de uno a otro hasta llega a las manos del que sabía leer. Ha hecho un cometario en voz alta y todos han empezado a troncharse. ¡Jajajaja! Estábamos cerca de llegar a Kota, es decir, muy lejos del lugar donde queríamos haber llegado. Y en otra dirección. En fin, media vuelta y para el otro lado.
Ya en Bundi, no teníamos ganas de llegar a ninguna catarata, así que hemos decidido dar una vueltillas por los alrededores. Con la suerte siempre esperando allá a donde vayamos, hemos visto una  aldeílla y nos hemos acercado a fisgonear. Hemos aparcado la moto en una especie de plaza desde donde se sube a un templo, y la gente de por allí, en seguida se ha dado cuenta de quiénes éramos.
Un grupo de señoras amenizaba este domingo con  sus cantos y sus rezos.  Estas, que estaban sentadas sobre una manta, se han percatado de nuestra presencia y acto seguido nos han invitado a que nos sentáramos con ellas. Lo hemos hecho con sumo placer. El sonido de aquellas voces y aquellas manos haciendo música han superado con creces nuestras expectativas de las cataratas, así que, más felices que las perdices, hemos vuelto a casa para ducharnos y salir a comer algo.
Al atardecer nos hemos juntado, de nuevo, con Franco y hemos subido al fuerte a ver la actuación final del Festival de Desportes de Aventura, que se ha estado celebrando por aquí durante tres días. Era un tipo de casting de gente artista. Algunos cantaban, otros hacían play-back, otros bailaban y otros intentaban hacer cualquiera de los arriba mencionados. Nos hemos reído lo que hemos querido y más, y para las 22.00 ya nos retirábamos. 
Otro día fantástico.



 En el patio del Parihar.

El conductor kamikaze.

Las chicas de oro.

El fuerte de Bundi de noche. 

"Artistas..."

2011/02/06 Rajastán a todo motor

Hoy por la mañana nos hemos reunido con Franco, que llegó ayer desde Pushkar, para hacer yoga juntos y recordar así nuestro tiempo en Rishikesh. ¡Qué alegría volver a vernos!
Después, hemos cogido una scouter en alquiler con la intención de llegar a las cataratas de Bhimlat, a una horita de camino más o menos. Nos hemos apuntado la ruta que teníamos que seguir y Chicu nos ha dado un papelito en el que ha escrito en hindi "¿nos podrías indicar por dónde llegar a tal sitio?".
Con esto y un bizcocho nos hemos montado en la motoreta y hemos salido a la general. ¡Madre mía! ¡Vaya subidón de adrenalina! Autobuses pasando a camiones y nosotros saliendo a la cuneta, baches que nos hacían volar y, por si fuera poco, con eso de que somos guiris y los conductores querían vernos, más de una vez, jeeps y otras motos se nos paraban en paralelo para saludar y hacernos el par de preguntas de rigor. ¡Incluso nos han llegado a ofrecer por la ventanilla una botella de ron para que le diéramos un trago! El peligro nos ha perseguido durante una hora, al cabo de la cual, al no ver ninguna señal de las que nos habían hablado, nos hemos parado en frente de un puesto de chai. Les hemos enseñado a los señores el papelito que Chicu nos había dado, y estos se lo han ido pasando de uno a otro hasta llega a las manos del que sabía leer. Ha hecho un cometario en voz alta y todos han empezado a troncharse. ¡Jajajaja! Estábamos cerca de llegar a Kota, es decir, muy lejos del lugar donde queríamos haber llegado. Y en otra dirección. En fin, media vuelta y para el otro lado.
Ya en Bundi, no teníamos ganas de llegar a ninguna catarata, así que hemos decidido dar una vueltillas por los alrededores. Con la suerte siempre esperando allá a donde vayamos, hemos visto una  aldeílla y nos hemos acercado a fisgonear. Hemos aparcado la moto en una especie de plaza desde donde se sube a un templo, y la gente de por allí, en seguida se ha dado cuenta de quiénes éramos.
Un grupo de señoras amenizaba este domingo con  sus cantos y sus rezos.  Estas, que estaban sentadas sobre una manta, se han percatado de nuestra presencia y acto seguido nos han invitado a que nos sentáramos con ellas. Lo hemos hecho con sumo placer. El sonido de aquellas voces y aquellas manos haciendo música han superado con creces nuestras expectativas de las cataratas, así que, más felices que las perdices, hemos vuelto a casa para ducharnos y salir a comer algo.
Al atardecer nos hemos juntado, de nuevo, con Franco y hemos subido al fuerte a ver la actuación final del Festival de Desportes de Aventura, que se ha estado celebrando por aquí durante tres días. Era un tipo de casting de gente artista. Algunos cantaban, otros hacían play-back, otros bailaban y otros intentaban hacer cualquiera de los arriba mencionados. Nos hemos reído lo que hemos querido y más, y para las 22.00 ya nos retirábamos. 
Otro día fantástico.

2011/02/10

2011/02/05 Chapati pa los monos

La noche que llegamos a Bundi salí del tren de nuevo con mala gana. No por el viaje esta vez, sino más bien porque sentía que algo me había hecho mal. Menos mal que Desiré, una suiza que conocimos en Udaipur, estaba esperándonos en la estación para llevarnos a un guest house que ella ya conocía. No sabíamos que iba  a estar allí, así que nos llevamos una grata sorpresa. Nada más llegar al Parihar Guest House me metí en la habitación que nos habían asignado y me eché en la cama sin dar más vueltas. 
La noche fue movidita. Cada hora y media tenía la urgencia de evacuar, bien por la boca o bien por el culo. Por la mañana la cosa no mejoraba mucho, así que Gorka preguntó a la familia, que preocupada por mi salud, rápidamente le indicó dónde encontrar al médico. Justo a la vuelta de la esquina.
Me atendió un doctor ayurvédico estatal (gratis) y me diagnosticó indigestión. Me recetó un sirope para la náusea y  un polvo compuesto por tres tipos de hierbas trituradas y un tipo de miel (pero sin serlo) muy oscura y muy espesa, que al mezclarlo todo sabe bastante mal. Me pasé el día entero de la cama al váter y viceversa, sin comer nada que no fuera curd (yogur) con plátano y bebiendo el litro de suero que mi cuidador me preparó con cariño.
Pero ya pasó todo, y pienso en voz alta: "¡qué bien se está cuando se está bien!" Estoy feliz porque ya pasó lo que tenía que pasar y me siento mucho más fuerte. Por si acaso, sigo cuidando la dieta y no paso del arrocito blanco, pero me muevo con total libertad. Ahora bien, que lo que no me como yo se lo comen los monos. Al atardecer estaba la Mama haciendo sus cocinamientos, y un mono de los grises (los más grandes) ha saltado hábilmente en el patio, ha entrado a la cocina y ha salido con  un montón de chapatis en la mano. Gorka se quedó paralizado y Chicu apareció, escopeta de tiro pichón en mano, para ahuyentar al bicho. Hay que andar al lorete, que los monos son muy listos y rápidos.
Nos picó la curiosidad con lo del arma y Chicu, emocionado, nos enseñó otro rifle más grande y más de verdad, que guarda para la estación de calor, cuando las serpientes, entre ellas cobras, bajan desde las montañas. ¡Si es que vivir en la India es toda una aventura!

2011/02/05

2011/02/03 Dispersión

Txavi marchó para su Barna natal hace dos días, ayer Borja tomó rumbo Goa y hoy por la mañana los argentinos partieron para Pushkar. Mikel y nosotros dos cogeremos el tren para Bundi hoy por la tarde. Ya de allí nos separaremos todos y el grupillo se dispersará del todo, quedándonos como empezamos, con pena pero con mucha ilusión. Hasta ahora nos ha salido todo mejor de lo imaginado, asín que no nos preocupamos.
Qué decir de Udaipur. Creo que nos lo habían pintado tan bonito que habíamos apuntado demasiado alto, y por eso nos ha desilusionado a todos un poquito. Supongo que también ha influido el hecho de que el señor del hotel no era nada amigable... solo con sus billetes. En fin, como le digo a Gorka, es necesario encontrar a gente así para encontrarse después con gente grandiosa. Así es como se equilibran nuestras vidas. No puede ser ni todo bueno, ni todo malo. Me encanta. Este es el color de la vida.

Paseando hemos llegado a este parquecillo en el que hemos encontrado algo de tranquilidad. No por mucho tiempo. Al de diez minutos ha llegado una cuadrilla de siete chicos con ganas de jugar al críquet, y nos han pedido, por favor, que hiciéramos un poco de sitio. Mikel y Gorka, animados, se han unido a ellos para meterse en los equipos, y se han puesto a jugar a este deporte tan practicado en India y tan raro y desconocio para mí.
La verdad es que me gusta muchísimo  lo de encontrarme de repente haciendo algo que no esperaba. Como, por ejemplo, ahora Gorka y Mikel, que ni por asomo habían pensado al despertarse que iban a jugar al críquet, y ahí están riéndose y divirtiéndose, dándole a sus días un toque de frescura. Sin entenderse en palabras pero enteniéndose en las ganas de echar un buen rato juntos.


 Criqueteando.

 Dispuesto a mandarla para el cielo.

Teclilleando.



Bundi.

2011/02/02

2011/02/01 El Punto Sur de Nuestro Viaje

Tras pasar dos días de descanso en Johdpur, la ciudad azul, el día 30 a las 22.30 deberíamos de haber estado subiéndonos al bus. Pero este venía con retraso, con mucho retraso. Y no hay mal que por bien no venga: estando de cháchara, vi que se acercaban Vipin y su madre (unos cielos de personas) en moto. Me vieron y me mostraron el motivo de su llegada: ¡me había dejado mi diario en su casa! Ellos ya sabían lo importante que es para mí, y no dudaron en correr hasta la estación para devolvérmelo. No sé cuántas veces los abracé para darles las gracias. La Mama me decía que yo era su hija y que por eso se preocupaba por mí... detalles que resumen cómo ha sido nuestra estancia en casa de los Jain.
El viaje... fatal. El peor viaje de mi vida sin lugar a dudas. Al de veinte minutos el bus empezó a marchar demasiado despacio. Averiguamos el por qué unos diez minutos después cuando paró y, de buenas a primeras, sacaron una de las ruedas y se la llevaron. En el mismo lugar había un grupito de señores alrededor de un fuegito y, en seguida, Mikel, Borja, Gorka y yo nos unimos a ellos. Nos enteramos de que habíamos pinchado y estaban arreglando el destrozo. Unos cuarenta minutos más tarde les alumbrábamos con los frontales para que colocaran la rueda en su sitio. No faltaban las risas. Lo que faltaba era una tuerca para apretar la rueda, pero eso daba igual.
Volvimos a ponernos en marcha y en menos de una hora cogimos un bache con pedacitos de carretera. ¡Qué horror! Las ventanas se abrían constántemente, la cabeza se empotraba en la pared por mucho que bajaras el culo para coger distancia (era un bus litera e íbamos tumbados) y mi estómago se ponía peor y peor. Pasaban las horas y no salíamos de aquel bache. Y no parábamos. Cuando las ganas de mear apretaron al máximo, con total decisión, cogí el taper, lo vacié, meé dentro como pude (no fue nada fácil) y lo volví a vaciar por la ventana. Tuve que repetir la operación una vez más, media hora más tarde. Tenía una mala gana de aupa el Erandio; no sabía si quería vomitar o si quería cagarme viva. Y no salíamos de aquel bache mortal.
Por fin llegaron las siete y media, y salí del bus pitando. Dejé todo por los suelos y recorrí el sprint de mi vida. Pregunté en cuatro hoteluchos que me encontré por el camino, se me pasó por la cabeza bajarme a un parquecillo habitado por jabalís (idea que deshice al momento) y, finalmente, entré a un restaurante, en el que gracias a mi cara de pena y descomposición, me dejaron usar su toilet. ¡Qué alegría, señores! ¡Qué tranquilidad! No os voy a describir la experiencia, pero aunque suene a asqueroso ¡a mí me supo a gloria!
Después me uní a los demás que se sorprendían de verme llegar desde la lejanía, y fuimos los siete juntos a buscar un guest house. La suerte de viajar en un grupo tan poblado es que todos quieren tenerlo en su casa. Más bocas, más rupees.
Total, que tras arduas negociaciones terminamos en el Nukkad Guest House, en el meollo de Udaipur. En el punto más al sur de nuestro viaje por la India. ¡Cuánto nos queda por ver! ¡Y cuánto por aprender!
¡VIVA LA VIDA!

Foto de familia. Despedida con la Familia Jain.

 El país de los colores.

Udaipur, la Venecia de la India.

Lean el cartel.

La hora del baño sagrado.




2011/02/01

2011/01/29 fotos del safari







2011/01/29 más fotos con los BOPA...







2011/01/29

A vecer me da la sensación de que no me va a dar tiempo de escribir todo lo que me está pasando. No quiero dejar de recordar ninguno de los momentos especiales; que son casi todos... Ahora mismo, acabamos de despertarnos y hacer la comanda para desayunar. Estamos sentados en una preciosa terraza de un precioso hotel, en frente del fuerte de Johdpur. Tengo un sueño que arrastro desde hace cuatro días y la expresividad no la tengo despierta. Últimamente no encuentro momentos para dedicarme a la escritura, y eso que disfruto como los Chichos haciéndolo.
La quedada del día 26 fue genial. A la una nos juntamos con la familia gitana en la cuesta donde trabajan y, en seguida, nos trajeron unos chais. Después todos juntos nos fuimos a su casa. Nosotros aportamos la harina para los chapatis y ellos todo lo demás. Nos prepararon una mix de verduritas con chili y comimos por turnos y compartiendo vajilla. Hicieron música, charlamos de esto y de lo otro, jugamos con los cientos de niños y nos llevamos una experiencia que ninguno de los cinco vamos  a olvidar jamás. Cosas que no se pagan con una visa oro.
Al día siguiente, ya con los argentinos que llegaron siguiendo nuestros pasos, y dos japonesas que conocimos por ahí, nos montamos en dos jeeps y nos pusimos rumbo al desierto; nos sin parar antes por dos puntos de turis: el Cenotafio de Jaisalmer, que es el crematorio de los Maharajás donde las lápidas recuentan el número de mujeres que se lanzaron (o, seguramente, fueron lanzadas) a la pira funeraria de su marido. Una de ellas exponía hasta 21 figuritas en honor a las 21 "esposas virtuosas". Y una ciudad en ruinas que nos impresionó por sus dimensiones y la armonía de sus calles.
Por la tarde el momento esperado: el pequeño safari en camello. Levanté la mano como lo hacen los futbolistas cuando marcan un gol y te lo dediqué, Dani. ¡Jeje! No pasamos del paso lento y del trote, pero menos mal, porque desde allí arriba todo parecía moverse sobremanera. Hicimos una ruta de una hora desierto adentro y nos bajamos cuando llegamos a la zona de las dunas, con los pies arqueados y dolor en la entrepierna. Ya no faltba mucho para que se pusiera el sol, así que nos apresuramos para recoger palos y ramas secas por los alrededores. Mientras tanto los guías hacían chapati para todos.
Para las siete ya había oscurecido y enfriado, así que prendimos el primer tronquito. El fuego no se apagó hasta cerca de la una, y fue otro momento mágico. Cantamos en hindi, catalán, euskera, argentino y japonés, y nos enmarañamos en otra conversación sideral bajo las millones de estrellas que bailaban en el manto negro de la noche. Para dormir nos repartieron dos mantas  por cabeza y nos pusimos los unos junto a los otros para darnos calor humano. Hacía un frío del carajo, pero el cielo era una barbaridad.
A la mañana siguiente no hubo alma que no tuviera que correr detrás de algún arbusto o cactus para desalojar el vientre. Nos despertamos cuando el sol salió por el horizonte, y los señores del desierto ya estaban liados con el chai y tostanto las tostadas. No hicimos mucho más que tomarnos el desayuno con arena y recoger el campamento. La mayoría nos quejábamos de agujetas en la entrepierna, por eso hubo camellos que volvían con menos peso sobre las espaldas. Llegó un jeep para trasportar todos los bultos, y nos metimos todos dentro como pudimos.
A las 16.30 de la tarde de ese mismo día cogimos todos el tren hacia Johdpur. Un viaje ameno de cinco horas y media en tren y cera de otra horita pateando por las calles en busca de cama donde caernos muertos. Siguiendo primero a uno y luego a otro, y negociando hasta el último céntimo, vinimos a parar al Hem Guest House: el mejor hotel en el que nos hemos alojado en lo que va de viaje. Todo muy nuevo, muy limpio y muy muy bonito. Aún no podemos creernos que nos hicieran un precio tan bueno... aunque también hay que decir que éramos siete personas en busca de alojamiento y con eso se pueden hacer mejores negocios. Maravilla de lugar y maravilla de gente.