2011/01/30

2011/01/25 ... y sigue

Llegamos a Jaisalmer a las 5.30, tal y como predecía nuestro pasaje. Por primera vez tengo que admitir que fue un viaje placentero y muy tranquilo. Tanto Gorka como yo dormimos en silencio durante la mayor parte del trayecto. 
En la estación ya nos esperaba Yami con un letrerito que decía "Modi". Este se rió divertido cuando vio que "Modi" no era mi nombre, sino el lógico apodo que me habían dado sus amigos por no tener el pelo que se espera tengan las mujeres.
Cuando nos metimos en la nueva casa, el Siva Palace, nos juntamos en el pasillo con los tres que habían viajado en bus, y que apenas habían llegado unos veinte minutos atrás. Nos subimos a la azotea a parlotear un ratito. El amanecer siguió a la noche estrellada y el alba nos presentó a Jaisalmer. Este pueblo de 58.000 habitantes prometía muchísima belleza.
Hemos dormido de ocho a doce; bueno, Gorka no ha podido pegar ojo, pero por lo menos ha descansado a mi lado. Después, sin esperar a que los demás se despertaran hemos salido a conocer esta belleza de lugar. Hemos callejeado durante horas, en las cuales hemos hablado con mucha gente. Sobre todo dos personas nos han llamado la atención: un molinero muy afable y gracioso y una mujer llamada Santosh.
Santosh es una gitana del desierto, perteneciente  a la casta de los Bopa, la gente que hace música. Se dedica a vender alhajas en una de las entradas del fuerte. La primera vez que hemos pasado por donde ella estaba para entrar al fuerte, nos ha empezado a llamar para que nos acercásemos a mirar lo que exponía sobre su manta, pero nosotros hemos pasado de largo, ya que es el mismo cántico de todos los comerciantes. 
Sin embargo, cuando salíamos la mujer me ha reconocido y ha comenzado a caminar hacia mí con decisión y con una ristra de pulseras y tobilleras en la mano. Gorka, percatándose de lo que se nos avecinaba ha empezado a andar más rápido; pero yo, que la mayoría de las veces soy incapaz de no contestar cuando me hablan, me he girado y le he dicho que no quería comprar nada. Me he sorprendido de lo guapa que era. Me ha pedido que le hiciera  una foto y yo le he dejado claro que no le iba a pagar a cambio. No, no, ella no quería nada. Le he enseñado como había quedado la foto en la pantallita de la cámara y, sin decir nada, se ha agachado y me ha colocado una sencilla y bonita tobillera en el tobillo derecho. Yo, venga a repetirle que no quería nada. Se ha levantado y me ha dicho que no quería dinero, que era un regalo. Esta vez he sido yo la que le ha besado en señal de agradecimiento. 
Para entonces ya se me había acercado una hermana y otro señor, amigo de la familia, que tocaba un instrumento que sonaba a magia pura. El ravanhata.  Me han invitado a ir a su casa por la tarde, y que me reuniera con ellos allí mismo a las 17.00. Me he despedido y me he ido al sitio donde Gorka me esperaba. Le he contado todo y me miraba incrédulo, como si todo aquello oliera a chamusquina. He bajado hasta casa con el presentimiento de que aquella gente no me quería engañar e intentando convencer a Gorka de que aquello pintaba muy bien.
Hemos llegado a casa, nos hemos lavado y hemos lavado la ropa. Para cuando me he dado cuenta ¡ya eran las seis! Al principio, simplemente he querido tirar la toalla, pero algo me hacía recordar la mirada de aquella hermosa mujer. Sin pensarlo dos veces he cogido la cámara y he ido a buscar a Yami, que estaba en recepción, para intentar averiguar dónde  podría encontrarla. Tenía su foto, sabía que su familia hacia música y que tenía un puestillo en el fuerte. Información que le ha servido a Yami para decirme que probablemente viviría en tal zona.
He subido a donde estaban los chicos, que justo habían llegado de pasear y estaban charlando con Gorka en la azotea, y les he contado lo que sabía y lo que quería hacer.  Todos se han mostrado animados ante lo que podía esperarnos. En seguida llegamos a la zona que Yami me había indicado, así que he sacado la cámara para seguir con la búsqueda. Los primeros  a los que he mostrado la foto y mencionado el nombre de Santosh me han señalado hacia una calle de chabolas. Por allí solo se veía pobreza; pura y dura. Hemos subido hacia donde nos decían y he vuelto a preguntar. Gracias a la sincronicidad de la vida mi pregunta ha ido a parar a los oídos de su hija. Otra chica muy guapa. Se ha acercado y me ha mostrado dónde estaba su madre, que ya salía al paso por el alboroto que sacaban los chicos que ya jugaban con un montón de niños del vecindario. Santosh se ha puesto muy contenta cuando me ha visto, y me ha dicho, por favor, que le acompañáramos a su casa. Nos hemos juntado una barbardidad de gente delante del mini-terreno que tienen delante de su chocita: Santosh, su marido Sitaram, sus siete niños llenos de mugre y de pelo polvoriento, Samdar y Jakdish (hermana y cuñado) y sus cinco peques, Luna, Saora, Parma y otros cuantos.
Los hombres, Luna y Sitaram, han sacado el ravanhata y la tabla, y han empezado a hacer música. No solo eso sino que, además, han empezado a enseñarnos cómo se hacía. Nos han servido chai a todos. A veces entiendo cómo Jesús hizo lo de repartir entre un montón de gente un pequeño pescado: es en momentos tan grandes como el que hemos tenido el lujo de vivir, de hacer tanto con tan poco.
Yo me he sentado al lado de la matriarcas Santosh y Samdar. Los niños jugueteaban y curioseaban aquí y allá. Quería estar lo más cerca posible de ellas para poder hacerles llegar mi gusto y mi agradecimiento. Antes de irnos, Santosh se ha quitado uno de sus collares y me lo ha puesto, diciéndome simplemente que éramos hermanas. Llevo muchos días flipando y mi corazón no está acostumbrado a tanto desbordamiento. Antes de marcharnos a cenar hemos quedado para mañana a las 13.00. Ninguno de los cinco piensa faltar a esa cita.

Ciudad del desierto. Jaisalmer.

El amigo molinero.

Santosh.

En casa de los Bopa.

Luna amenizando con la ravanhata, instrumento mágico.



2011/01/29

2011/01/25 ... continuando


A la mañana del 24 llegó nuestro amigo Bilal con dos nuevos turistas a los que habían arrastrado de la estación. De hecho, mientras Bilal intentaba convencerlos en la salida le llamó a Hussein, que en aquel momento estaba con nosotros en el jardín, y le pidió que le llevara a Gorka a toda leche en la moto para que este, a su vez , les ayudara a convencerlos. Allí que se fueron los dos como rayos y pita que te pita a la estación.
Según nos contaron Alejandro y Florencia, de Argentina, los recien llegados, cuando vieron a Gorka aparecer en aquel tumulto de come-turistas les pareció ver al salbador. Así que todo resultó beneficioso para todos; para ellos por tener la fortuna de acabar en el Chander Niwas Guest House y para Bilal, que con la ayuda de los buenos comentarios de Gorka, el proceso de captación del turista fue coser y cantar.
Desayunábamos todos juntos mientras empezábamos a conocernos y entablar amistad y, en una de estas, Chitra Kumari se asomó al comedor. Sin mediar palabra se acercó a mí, me cogió las manos, me sonrió y me besó en las dos palmas. Y otra vez el corazón se me encogió de no saber cómo reaccionar ante tal demostración. Fui demasiado lenta, más bien me quedé atónita y sin movimientos, y sin palabras... ahora me arrepiento de no haberme levantado de golpe y haberla abrazado.
Al mediodía los argentinos nos convencieron de que fuésemos con ellos a Karni-Mata, también conocido como el Templo de las Ratas. Este templo está a unos 30 kms de Bikaner, en un pueblo llamado Deshnok. A este templo sagrado llega mucha gente porque es bastante diferente a los demás. En este templo hay cientos de ratas. Asqueroso, para qué voy a mentir, pero muy curioso. Según dicen, estas ratas son también sagradas y allí andan como Pedro por su casa. Les ponen grandes cuencos de leche y de comida y todas se arremolinan de un lado a otro. Claro, como a todos los templos, hay que entrar descalzo, lo que aumenta la tensión y las palpitaciones y la adrenalina. Yo tuve mucha suerte de que ninguna me pasase por encima de los pies, pero Florencia no la tuvo de su parte. Una rata le rozó el pie descalzo y como reacción natural dio un respingo. Los demás feligreses nos miraban con una sonrisa pícara o, directamente, se reían de nosotros.
Pero ahí no queda todo el intríngulis del lugar. Entres todas aquellas ratas que se pasean por todas partes (hasta por encima de las barandillas...) hay una que es blanca. Dicen que quien la ve, tendrá mucha suerte en adelante. Nosotros no fuimos afortunados, solo vimos a un montonazo de ratas grises de largas y repugnantes colas correteando sin parar... nada de Blanca Nieves ni de Ratoncito Pérez.
Por la tarde, estaba jugando con los niños al badminton (juego que se lleva mucho por aquí) en el descampado de delante de casa, cuando llegó Hussein en su moto con dos hermanos de Barcelona, Xavi y Borja. Empecé a charlar con ellos y me contaron que viajaban con un tercer amigo y que llegaría en un rickshaw con Bilal y Sandi Solo. ¡Cuál fue mi sorpresa cuando vi que el que llegaba era Mikel! Un chico de Portugalete que conocimos en Rishikesh cuando estuvo currando de voluntario en el orfanato de Ramana's Garden. ¡Increíble!
Nos juntamos todo el mundo a cenar y a pasar un buen rato entre risas. Resulta que esa misma noche viajaban a Jaisalmer, como lo haríamos nosotros también: ellos en  bus y nosotros en tren. Bilal llamó a un amigo suyo de Jaisalmer y nos buscó rápidamente  habitación a los cinco, con el plus de que nos fueran a recoger a cada cual a las respectivas estaciones. Redondo.
Nuestro tren salió a las 23.35 de Bikaner. Compartimos compartimento con un matrimonio mayor y muy amable. Resulta que encontré detrás de aquel humilde señor a una persona sabia de la vida y con la que mantuve una conversación de la que no con todos consigo tener. Estuve muy encanda de haber coincidido con él y poder escucharle. Buena filosofía de vida y mejores consejos para ser feliz y vivir en paz. ¡Qué pasada!
Cuando me acosté en mi litera no imaginaba qué podría sucederme a continuación que pudiera mejorar TODO lo que me estaba pasando. Creo que me dormí como si ya hubiera entrado en el Cielo de los Buenos. Solo me quedaba o bien dormir plácidamente o bien tener dulces sueños; pero aún me quedaba algó más por sentir. Me dormí antes que en ningún otro viaje y, además, dormí bien. A eso de las 3.30 de la madrugada el Señor del Compartimento me despertó para despedirse (que él ya se bajaba) y me habló  con el corazón. Sin tener tiempo ni de sacar los brazos del saco posó una de sus manos en mi frente y después se las besó. Lo que llegé a hacer fue desearle una buena y feliz vida con mi voz adormecida y mi corazón, de nuevo, encogido.

Florencia, Liam, Borja, Mikel, Xavi, Hussein and me.

Una boda en Karni Mata, nos cogieron para la foto.
La cena familiar con Hansha y Mohiraj.
Raticas...

2011/01/25

Al día siguiente entablé una extraña y especial relación con Chitra Kumari Shatabat, la abuela de la familia. Normalmente no se suele mezclar mucho con los turistas, en parte por no saber hablar inglés. Estaba leyendo en el jardín y me di cuenta que ella estaba de pie a unos tres metros, de alguna manera fascinada por mi corte de pelo.

...
Inciso: aún no he mencionado el asombro que causa mi rapada en esta gente. Si de normal los guiris acaparan las miradas de los lugareños, una mujer sin pelo les deja pasmados o muertos de risa. Gorka, cansado, me pide que me cubra el pelo para que no vean lo que escondo, pero a mí me hace mucha gracia. ¡Que les aproveche mirar lo que miran y pensar lo que piensan! Que básicamente ya sé lo que es porque Manav Cheema, el joven que trabajaba en el hotel de Chandigarh, me dijo con suma sinceridad y sin ningún ánimo de ofender que la belleza de las mujeres residía en su cabello... a lo que le pregunté con picardía si acaso me estaba diciendo que yo no era bonita y se partió la caja... Dejémoslo así para que se entienda.
No obstante yo diría que más que inlcuso a los hombres, les sorprende a las mujeres y a las adolescentes. No pueden pasar por mi lado sin murmurarse algo al oído y sin mirarme con su intento de disimulo. En fin, no disimulan nada porque de todas-todas nos damos cuenta.
Y hablando de barcos, mi amigo Sandi Solo me bautizó como "Modi", que en hindi significa "calva"... la risa me persigue allá a donde vaya.
...

Total, que estaba yo en el jardín y Chitra me estaba observando. Empecé a hablar con ella chapurreando el poco hindi que sé y le cayó genial que lo hiciera. Entre su poquito inglés y lo que aportaba yo con el hindi, me enteré de la mitad de las cosas que me contaba; pero el simple hecho de mirarla a los ojos y ver aquella chispa de alegría y entusiasmo hacía que me sintiera la mar de agusto y feliz. Me habló de su pueblo, del significado de su ropa y sus alhajas y se mostó interesada sobre mí. En una de estas, me agarró las manos y comenzó a leertas: primero para sí y, después, para mí. Otra vez se me agarró el corazón de lo profundo y sincero de su comportamiento. No me voy a meter  a analizar si creo o no en lo que me contó, pero no puedo estar más agradecida al respecto. Desde aquel momento de intimidad que compartimos cada vez que se cruzaban nuestras miradas intercambiaban una bonita complicidad.
Por la tarde llegó la hermana de Aishwarie (supongo que me reconoció por el corte de pelo) y se sentó a mi lado para decirme que el día anterior su hermana le había hablado sobre mí y que me querían hacer un mandi, que son los tatuajes de henna que se hacen la mujeres en las manos. Yo no salía de mi sorpresa. La India me está regalando mucho. Contentísima les dije que claro que sí y al anochecer vinieron las dos para decorarme una mano cada una. No aceptaron pago alguno. Y eso que a Gorka se le pusieron los dientes largos y se pidió hacer lo mismo. Las hermanas cumplieron con su deseo sin mostrar ningún inconveniente; menos la risa que les producía que un chico se quisiera hacer mandis en las manos.
Esa misma noche la familia Singh nos invitó a los tres huespedes (Liam y los Laztanas) a cenar con ellos. Nos dijeron que aquella noche no hiciéramos planes que había cena familiar, y asentimos con mucho placer. Una vez más nos trataban como a amigos de toda la vida o como a parientes lejanos a los que se tiene muchas ganas de ver. El señor Mohiraj nos sacó para beber unas Kingfisher de medio litro, que son las birras de por aquí, y cuando nos acostamos me sentí chispilla... ¡se notan los dos mess sin alcohol! También nos ofrecieron ron indio pero no quisimos abusar de su hospitalidad.

En moto con los locos Sandi Solo y Bilal.

Gorka  disfrutando de lo lindo.

En el mercado de las especias.

Feliz con mis mandis.

En la cocina con Hansha, Aishwarie y Mohiraj.

2011/01/23

2011/01/22

No sé por dónde empezar. Hoy estoy muy emocionada y conmovida. Resulta que en Bikaner nos hemos topado con una gente Muy Amable con mayúsculas. Ayer al anochecer Bilal y sus locos amigos Husein y Sandi Solo nos llevaron de paseo en sus motos al Casco Viejo para mostrarnos la mejor barbería de la ciudad. A Gorka le tocaba un afeitado y a Bilal un corte ligero de sus melenas, así que nos metimos los cinco en aquel minúsculo establecimiento, donde dos señores y un niño trabajan a destajo y con mucha maña para ganarse la fama que tienen. 
Cuando llegamos ya había dos clientes siendo atendidos y otros tres esperando. Aún así entramos todos y lo currantes tenían espacio suficiente para moverse y llevar a cabo sus tareas. A los diez minutos nos sirvieron un chai para acompañar las risas y amenizar la espera más si cabía.
Le tocó el turno a Gorka y disfrutó de lo lindo de la experiencia. Solo hacía falta verle la cara de satisfacción  para desear tener barba y ganarse ese cuidado y esa atención, y esos masajes... Ese arte de trabajar y esa falta de prisa a la hora de dar a los clientes lo mejor de uno mismo. Quizá alguien recuerde ese amor al trabajo y ese disfrutar con lo que se está haciendo, pero dudo que alguien de mi generación (y qué decir de las posteriores) pueda realmente saber de lo que estoy hablando. A lo mejor se conoce la teoría, pero realmente no se Sabe, porque ya no se ve, no se estila en esta vida tan moderna. Es como si la sociedad moderna en su conjunto padeciéramos de alzheimer y corriéramos, sin tener tiempo de amar, a estamparnos a ese terrible final.
Hoy por la mañana Sandi Solo ha venido a echar un rato con nosotros y Liam, el londinense y superdotado visual que se aloja en el cuarto de al lado. Hemos disfrutado del solecito de media mañana en el jardín y hemos jugado como niños con un tirachinas. Después Sandi Solo se ha prestado voluntario para hacer de guía y enseñarnos el Casco Antiguo, con su mercado de especias (famoso por el buen y barato azafrán que allí se puede conseguir), sus calles estrechas y su Templo Jainista. Hemos echado con él una estupenda mañana. A primera hora de la tarde hemos vuelto a casa para llenar los buches con la suculenta comida de Hansha y el nepalí Suresh, el muchacho al que caímos en gracia por provenir de un pueblo llamado Gorkha. Esos pequeños detalles que nos hacen sonreir a todos...
Ahora, ya al atardecer, he visto que Hansha y su sobrina de 18 años Aishwarye estaban sentadas en el suelo de la cocina pelando ajos y me he ofrecido a ayudarles, ya que me ha parecido un momento precioso para compartir algo con ellas. Al principio se han asombrado de que supiese cómo hacerlo, pero en seguida les he contado que Lontxo, mi aita, tiene una huerta y que él también suele sentarse a menudo a pelar ajos para ahorrárselo a posteriori,  y ya me han aceptado como a una más.
Charlando de esto y de lo otro ha salido el tema de los matrimonios concertados, ya que a Aishwarye en seguida (no sabe cuándo) le tocará casarse (no sabe con quién). Hansha y Mohiraj (Mr.Singh), que también se ha unido a los trabajos de cocina y a nuestra cháchara, se casaron de la misma forma y dicen con una sincera sonrisa que han sido afortunados.
Me ha asombrado muchísimo la naturalidad con la que tratan el tema, y me he sentido un poco la niña de occidente que solo entiende lo suyo como normal. No sabría explicarme. Me hacía feliz el simple hecho de que Aishwarye se ilusionase al pensar que algún día su marido le cantará canciones románticas. ¡Fíjate cómo somos! Y nosotros venga a elegir a nuestras parejas, y después, arrepintiéndonos de nuestras elecciones, por no saber que una relación se trabaja y se cultiva día a día; que no consiste todo en tomar una elección un día y dejar que se marchite con el pasar del tiempo.

2011/01/23 del 10 de diciembre.

A India:
"Tierra que huele, se oye y se siente
Pueblo que cultiva, trabaja y se divierte
Magia que nace, se expande y te sumerge

Se huele la vida como a la muerte
Se sienten los cantos y se escucha a la Suerte
Se cultiva el amor y se trabaja para ser fuerte
La energía que del espíritu sale
sobre los sentidos  se vierte

¡Ay, guapa, cómo me alegro de conocerte!"


2011/01/21

2011/01/21 Cambio de tercio

Bueno, bueno, bueno, Familia, pues ya estamos en el desierto de Rajastán. El viaje en tren fue todo un conciertazo de doce horas y media: de diez y media (pm) a once (am). Nos metimos en nuestros saquillos en las literas de arriba, cerramos los ojos y los volvimos a abrir. Los mejores músicos a nuestra disposición: bellos durmientes, troncos y lirones hacían de coro a múltiples voces de ronquido, a los que se sumaban los solos de eructos, flatulencias y el que más me gustó: un señor que cada vez que bostezaba dejaba oir un suspirativo “Om Hare Ram”. Me gustó tanto que empecé a hacerle el dúo y, así, furdirme en aquel momentum. Y todo esto hablando solo de los efectos de sonido, porque la iluminación era otro cantar. ¿Acaso habría señores que tenían miedo a la oscuridad? No lo creo; esta gente no le teme a nada. Los florescentes, que colgaban junto a los ventiladores herrumbrosos justo encima de nuestras narices, se encendían y apagaban llevando un compás de motivos desconocidos y ajenos... No sé si entres los dos dormimos tres horas del tirón.
Llegamos a Bikaner con los ojos hinchados y mucho sueño. Nada mejor para salir de nuestro aturdimiento y letargo que quince indios rodeándote y chillándote. Sin saber si ya nos habíamos despertado o si seguíamos soñando nos vimos siguiendo a unos cinco indios que nos hablaban español, pero que hablaban bien-bien (no solo “hola caracola” o “mira kashimira”), y que nos ofrecían una habitación por 200 INR y “tuc-tuc” gratis. De hecho, les seguimos más bien por insistencia que por lo atractivo de su oferta, pero resultó ser una elección acertadísima.
Estamos en el Chander Niwas, una casita que ofrece alojamiento en habitaciones muy grandes y lo requetemejor: una cocina familiar y casera. Están la madre y la abuela que te cocinan lo que quieras ricamente y baratamente, y compartes la mesa del comedor con el que ande por casa: la peque, el patriarca o el resto de los inquilinos.
Nuestra idea era clara: meternos al catre sin más dilación. Peeeero, el hijo y el jefe del negocio, Bilal, nos comentó que era justamente el último día del Festival del Camello y que no deberíamos perdérnoslo. Nos miramos y estuvimos de acuerdo en que eso no podíamos dejarlo pasar. Así pues, nos quitamos de encima las ropas de invierno que traíamos y nos vestimos más acordes a este clima del desierto.
Caminamos hasta donde nos habían indicado, y allí nos esperaba un autobús especial (especial porque era gratuito por ser undía también especial) que nos llevaría 50 kms desierto adentro hasta el lugar donde se celebraba el mentado festival. Camellos por doquier, dunas y más dunas y miles de indios. Jaimas de chai, puestos de samosas y un escenario sin altura. Juegos de hombres, juegos de mujeres y niños pasándoselo en grande correteando duna arriba-duna abajo.
La carrera de camellos empezó por lo menos una hora más tarde de lo previsto, pero sin duda mereció la pena. ¡No nos lo podíamos creer! Sin comerlo ni beberlo estábamos sentados en una duna, quién sabe en qué punto del desierto del Thar, siendo testigos de un evento tan aunténtico: ¡una carrera de camellos! Qué cosa tan bonita y tan divertida. Las salidas de las carreras eran lo más cachondo porque los camellos salían locamente hacia cualquier lado. ¡Qué risas! Y todos los indios tronchándose cuando estos se desviaban y hacían correr a los espectadores que pillaban en medio o cuando echaban al suelo a los pobres pilotos de camello. La verdad es que no parece nada fácil ir montado en un cacho animal de esos, a esas velocidades y, además, intentar “conducirlos”. Tienen un galope muy irregular y patoso, ¡pero son raudos!
Cuando las carreras hubieron acabado nos dejamos arrastar por la masa hacia la zona donde estaba el escenario. El sol ya empezaba a esconderse y el cielo tomó unos colores mágicos. Los Laztanas no podíamos creernos nada de lo que nos estaba sucediendo. Estábamos cansados hasta más no poder, y más a esas alturas, que ya llevábamos un kilo de arena de más en cada zapatilla y otro tanto en e bolso y en los bolsillos, no obstante una extraña alegría interior nos mantenía bien despiertos y contentos.
Así y todo, la parte que más nos molestaba de todo aquello no era la enarenación que llevábamos encima, sino lo agobiantes que pueden llegar a resultar estos indios cuando, de repente, te ves rodeado de una multitud de ojos masculinos, grandes y oscuros, que ni pestañean para no perderse ni el más mínimo movimiento que puedas hacer. Éramos para ellos lo que para nosotros eran los camellos con sus adornos. O incluso hasta más novedosos. Nos sacaron muchas más fotos a nosotros, que nosotros sacamos, en general, en aquel festival.
Por esta razón de sentirnos encadenados a sus miradas, nos juntamos a otro grupito de guiris que encontramos por allí: un amerikano, dos holandeses y otro par de ingleses, que se movían juntos por la misma razon, y que nos aceptaron rápidamente entre ellos.
Ya eran cerca de las ocho y había que empezar a pensar en cómo volver, ya que no queríamos esperar a que todo acabase y que la marabunta quisiese escapar de allí  de golpe y porrazo. Una vez  más, nos encontramos con la suerte a la vuelta de la duna, ya que este grupillo había conocido a otras dos chicas que buscaban a gente para compartir viaje y gastos, y justo en ese momento pasaban por donde nosotros estábamos sentados.
Al final, nos metimos nueve en un auto-rickshaw (10 con el conductor) y tor-tor-tor-tor, sin prisa y con pausas, hicimos los 50 kms de vuelta a casa. No sin atrancarnos en la arenaza y tener que empujar para desatascar el paso...
Ya en el guest-house, directamente a la cocina, donde pedimos la cena y, mientras nos la preparaban, unos baldecillos de agua caliente para quitarnos toda la arena y todo el polvo de encima. ¡Vaya día! Nos metimos a la cama pasadas las once con la felicidad que no cabía con nosotros debajo de las mantas.

Palabra del día: “¡¡¡buaaahhh!!!”







 

2011/01/19

2011/01/18 En Chandigarh

Ayer vivimos de nuevo la locura de las carreteras en autobús. Da igual que ya haya contado las veces que sea lo acojonantes que resultan estos viajes, es que cada vez es como si fuera la primera vez. Nos tragamos unas cinco horas de montaña, de pura montaña (que lo que tenemos en Euskadi, en comparación, parecen baches) y otras dos ya en carretera llana. No obstante, el susto más gordo nos lo llevamos en lo llanito, en un tramo de autovía con doble carril. No se crean Ustedes que la autovía es una vía buena: tiene baches, trozos sin asfaltar, desvíos contínuos... pues bien, al acabar uno de estos desvíos, el conductor se nos metió en el doble carril del sentido contrario... ¡flipábamos! Por lo menos circulamos en sentido contrario cinco kilómetros. Que así dicho no parece gran cosa, pero vivíendolo parecía una eternidad. Veíamos delante camiones adelantando a otros camiones y nosotros acercándonos... no sabemos bien si el chófer no se daba cuenta o si lo hacía así por costumbre. ¡Qué alegría cuando llegamos sin un rasuño a la estación! Aquí se aprende a valorar la vida casi a cada segundo... India is different. India is incredible.
En la estación nos topamos con unos policías de ayuda al turista que muy amablemente nos ayudaron en absolutamente todo. En diez minutos habíamos ido al baño, comprado el billete de tren para dentro de dos días y encontrado un conductor de rickshaw que nos llevaría al hotel por un módico precio. Lo único que pedían a cambio era una nota para hacerles la pelota en un cuadernillo que llevan con las reseñas de todos los turistas.
Chandigarh es una ciudad nueva y diferente al resto de las ciudades indias. Esta construida concienzudamente por sectores y es cuadriculada. Tiene alrededor de un millón  de habitantes y es la capital de dos regiones: Haryana y Punjab. Es demasiado moderno para India, aunque no falten los contrastes. Las caras de las calles que dan a las avenidas principales se muestran brillantes, llenas de comercios luminosos y muy bien cuidados, restaurantes caros y hoteles visibles (por fuera...); pero cruzando a las calles de atrás, al culo de las casas, vuelves a encontrarte con el percal de siempre. Además, es todo más caro. No es una ciudad que nos haya gustado, de hecho, si no hubiéramos tenido ya el billete comprado, nos hubiéramos ido de aquí pitando. Chandigarh es artificial. Hasta tiene un lago artificial...
Y hablando del tiempo, hay que decir que la temperatura no llega a ser caliente pero que ya no tiene nada que ver con los fríos que hemos tragado los días anteriores...¡y tenemos un radiadorcillo en la habita! ¡y papel del culo! ¡Ai ama, vaya lujos! En fin, esto es otra cosa, mariposa...

En el bus hacia Chandigarh. En estos viajes es necesario que no falte el buen humor para tener oportunidad de relajar los esf'interes.

!cucu!

En el jard'in de Rock Garden, un laberinto hecho con basura reciclada. Una de las pocas cosas que merecen ser visitadas en esta capital.

Haciendo de turis en el lago Sukhna. Artificial.

El susodicho lago. 


2011/01/16

2011/01/16 Tras la niebla de ayer...

Al abrir los ojos ha llegado a mis pupilas la claridad de un cielo azul. ¡Bien! Tras la espesa niebla de ayer no imaginábamos que hoy pudiera amanecer soleado, ¡pero así ha sido! Con una sonrisa satisfecha hemos salido a desayunar unos tibetan bread con mantequilla y huevos duros  para que no nos falten las proteínas. Nos hemos sentado al solete con dos viejecitas muy graciosas y un montón de perros de esos que ladean la cabeza para dar más pena y así, recibir bocados gratis.
Mientras desayunábamos hemos pensado que estaría muy bien que nos juntáramos con Piki (nuestro amigo de ayer) y que nos enseñara un poco el lugar. Con esa intención hemos bajado hacia el Templo budista y, ¡tak!, allí estaba él como si hubiéramos tenido una cita y nos estuviera esperando. Nos ha presentado a sus amigos y nos ha propuesto que nos fuéramos con ellos de excursión. ¡Jeje! ¡Ni planeado hubiera salido todo más redondo! A las 10.30 subíamos al autobús que nos llevaría colina arriba hasta la cueva sagrada en la que estuvo meditando Guru Rinpoche y a la que cada año llegan en peregrinación.
El bus no ha podido llegar hasta arriba porque, al parecer, anoche cayó una tormenta de hielo y el suelo resbalaba demasiado. Así que todo el mundo abajo y a seguir a patita. Cuando hemos llegado a la entrada de la cueva, antes de entrar nos han invitado a un té tibetano con mantequilla y sal... para entrar en calor. Después hemos entrado con ellos a la mini-cavernita. Hemos escuhado al monje con sus cantos y hemos hecho las ofrendas tal y como nos han mostrado. Al salir han cogido su tira de banderitas de colores y han empezado a escribir sus nombres en ellas. También nos han pedido que les deletreáramos nuestros nombres y la de nuestros padres, lo que hemos hecho con sumo placer y agradecimiento.
Hemos subido un poquito más para colgar la tira de oraciones y mantras sagrados junto a otras miles de banderitas al viento. Ha sido grandioso: la increíble cadena del Himalaya de fondo, un cielo azul impecable, el sonido de las banderitas agitadas por el viento y Gorka que rebosaba de alegría, porque ha sido el encargado de trepar al mástil y atar un  extremo de la cuerda lo más alto posible. ¡Ay mi monito! La madre de la familia me decía entre risas que era como un niño grande...
Cuando la puja se ha acabado hemos descendido montaña a través hasta Tsopema. Inolvidable caminata.
Creo que no podemos estar más felices de haber llegado hasta este alejado rincón del mundo; que, por cierto, está a 1350 metros de altura y la brisilla que pega no te deja indiferente. 


Desayunando con las abuelitas y los perros.

Escribiendo nuestros nombres en la banderitas. Piki es el señor.

Foto de grupo. 

Gorka colocando la cuerda.
No se aprecia bien en la foto, pero si os fijáis el Himalaya está detrás.

2011/01/15 Pasando frío que es gerundio

Hoy el despertador ha sonado a las 5.12, y los truenos nos han dado los buenos días. La verdad es que  hemos tenido mucha suerte durante los últimos días porque el solecito nos ha acompañado en nuestras excursioncillas. Pero esta noche la Montaña nos ha querido mostrar su lado más salvaje y nos ha dejado oir lo que son los truenos himalayos. En vez de nubes que chocan, parecían transatlánticos haciendo guerra de autos de choque... ¡qué carácter! Y nos han traído agua de lluvia, hielo de granizo y nieve de nieve.
Nos hemos ataviado casi todo lo que tenemos de manga larga, y bajo la super capa de plástico nos hemos cobijado nosotros y nuestras mochilotas. Para las 5.50 estábamos en la estación de bus y un abuelito tibetano nos ha hecho entender como podía que el bus que queríamos  coger iba a salir de la plaza de arriba. La nieve, el frío, la oscuridad, el silencio nocturno, las mochilas y nosotros para aquí y para allí.
La tartana ha llegado a y diez pasadillas. Nos hemos sentado delante de otro señor tibetano, Piki para los amigos, y en seguida nos ha convencido de que alteráramos nuestro plan de viaje. Teníamos pensado subir hacia Manali, pero al parecer está nevando salvajemente y hace mucho mucho frío. Bastante peor que en Dharamsala... Nos ha comentado que él se iba a quedar en Mandi, y ya que era otro de nuestros puntos a visitar nos hemos unido a su plan. También nos ha dicho que teníamos que ver Tsopema, otro lugar sagrado para los budistas tibetanos y que, seguramente, nos iba a gustar mucho el sitio. Con esas palabras y una sonrisa encantadora de tipo “Jackie Chan” o "Maestro Millagi" nos ha invitado a que le siguiéramos hasta allí; y hemos aceptado gustosamente.
¡Madre mía, vaya viajecito! (otro). Hasta Mandi hemos tardado seis horacas y media. No hace falta que os describa el camino: tortuoso, como el anterior. No hemos contado la de frenazos de último segundo que ha dado el chofer; mejor cerrar los ojos y hacerse la dormida o concentrarse en el maldito frío que no se despegaba ni por asomo. Cuando bajábamos del autocar otro minibús nos esperaba para transportarnos a Tsopema, que como hemos sabido después en hindi se llama Rewasal. Con las prisas ni hemos tenido tiempo para quejarnos porque las mochilas, que viajaban  en el maletero, estaban mojadas y sucias de vete a saber qué. Mejor, no quiero ni saberlo, porsiakas...
¡Vaya con el barrio de Mandi! Una hora y media más de trote para hacer 25 kms serpenteantes, empinados y, además, con una niebla que se hacía más y más densa. Y estos trastos circulando sin luces... Gorka y yo nos mirábamos y nos decíamos “maite zaitsut, laztana” por si las moscas... y después nos reíamos pensando “en dónde coño nos estamos metiendo”, one more time.
Pero aquí seguimos vivitos y con la nariz congelada. Rewasal es un barrio situado alrededor de un lago sagrado venerado por budistas, hindús y siks. No tendrá más de mil habitantes, sin embargo, rebosa templos por cada lado. Una inmensa figura sentada en loto vela y ora por todos los que aquí nos cobijamos.
Y hablando de cobijo, ¡vaya hotelucho nos hemos pillado! Por si no fuera suficiente que la luz se vaya cada vez que se estornuda, los monos se han cargado los cables que abastecen a nuestra habitación y nos han dejado a tres velas, hasta que esta gente de laaarga paciencia las han arreglado. En fin, mañana otro día será.

Frase de hoy: “No importa qué está pasando,
NUNCA TE RINDAS”. Dalai Lama.





2011/01/13

2011/01/13

Hace ya cuatro días-tres noches que llegamos a la zona de Dharamsala y nos ha dado tiempo para recorrer los alrededores de este bello paraje. El primer día visitamos el Templo budista del Dalai Lama, atravesando el bosque de las oraciones en sentido de las agujas del reloj. Es la Puja que se hace antes de entrar en el Templo y se trata de un paseo entre los árboles que están llenos de banderitas de colores que hondean al viento ofreciendo al mundo su mantra y su petición: "Om Mani Padme Hum". 
También hemos llegado caminando hasta las aldeas de Bhagsu, Dharamkot y Dal Lake. De hecho, acabamos de llegar a casa de este último, y aún sigo embriagada de la paz y la serenidad que allí hemos respirado. He podido escuchar la vida y sonaba como a una viejísima canción; tan poco contaminada con la velocidad de nuestra sociedad. Esa gente humilde compartiendo el sol y los pequeños patios de delante de sus casas con sus animales y sus minutos de oro: se comprende que PAZ es mucho más que una palabra preciosa y útopica. A la parte de árbol que vive en mí le hubiera encantado echar sus raíces allí mismo y alimentarse de cada uno de los segundos hasta el fin de mis días. Me he quedado un poco tocada del ala... 
¡Ojalá no se me pase!


El Templo budista de Macleodganj.

Oraciones al viento.

Om Mani Padme Hum.

Desayunando con Surash.

En la aldea de Dal Lake.

2011/01/12

2011/01/11 Instalados en Macleodganj

El día 9 de enero cogimos el tren litera en Rishikesh. Se puso en marcha a las 16.20, tal y como indicaba nuestro billete. Nos asignaron las dos literas del último piso, junto a los viejos ventiladores que colgaban como si fueran telas de araña. Así como cuentan las guías y los miles de turistas que ya han viajado en un tren indio, lo que se esconde vagones adentro es todo un mundo. El tren va lleno hasta las cartolas, pero aún así siempre llegan más y más pasajeros que abarrotan los pasillos: vendedores de chai, de snacks, de sanwiches, niños que juegan, otros que lloran, familias enteras que viajan, teléfonos que entonan un montón de tonos y politonos al unísono, transistores con luces de colores, mp3s con melodías de pachangueo hindú...
Nos acostamos a eso de las ocho en las literas de dura piel, y a medida que el silencio se adueñaba del ferrocarril, el frío comenzaba a entumecer los huesos y las posturas se hacían más y más difíciles de encontrar. Se ve que nuestros sacos de dormir no están fabricados para soportar ni las brisas de aire que entran por las hendiduras de los ventanucos que nunca encajan bien, ni las ráfagas de viento invernal que azotan a los viajeros cada vez que los más curiosos abrían las puertas de hierro y lata para mirar al exterior... ¡qué frío! Me pasé las horas entreabriendo los ojos para leer el reloj y saber que no era ni media hora más tarde que la última vez.
Por fin llegó la 1.45, hora en que sonaría el despertador de mi super casio. Echándole lo que hay que echarle salimos de los sacos y los recogimos para meterlos en las mochilazas y así,  prepararnos para apearnos en nuestro destino. ¡Vaya por Shiva! El tren iba con retraso y nosotros esperando en el pasillo con la que estaba cayendo.
Arribamos a Pathankot a eso de las tres de la madrugada. En la estación, por el suelo encogidos dentro de sus mantas un montón, pero muchos muchos viajantes o yo qué sé. Solo mirarlos hacia que descendiera la temperatura del cuerpo de una. Impresiona ver lo dura que es esta gente... y te das cuenta de lo débiles que somos nosotros...
Tras atravesar la salida de la estación tres conductores de autorikshaw y algunos taxistas nos gritaban para ver quién era el que antes nos engañaba. Hicimos el mejor trato posible, ya que a esas horas ningún trato puede catalogarse como bueno, y nos dispusimos a buscar un hotel. Tuvimos mucha suerte porque en el segundo que tocamos el timbre encontramos habitación por un precio rentable.
Al día siguiente a las 9.45 ya estábamos danzando de nuevo. Mochilas a la espalda, cogimos un vikram (como autorikshaws pero en el que entra más gente, y se comparte viaje y tarifa) y nos dirigimos a la estación de autobuses. Una vez más la suerte nos sonrió, y nos encontramos con que el bus que queríamos coger iba a salir en siete minutos. A eso lo llamamos llegar y besar al Santo.
Nos subimos en la tartaleta y nos acomodamos como pudimos. Cinco horacas de viaje para recorrer... nada más y nada menos que... 97 kilómetros. ¡Sí, señora, así es; ni cien km en five hours! ¡Y vaya caminito! Curva sí, bache también, subiendo de un puerto de montaña a otro, carretera sin asfaltar cada dos por tres, giros cuesta arriba de 350 grados, calles estrechas con camiones atascados, paradiñas para el tentenpié, todo un lujo de variedades “obstaculísticas”.
Pero, por fin, llegamos a nuestro destino... unas 24 horas más tarde: Macleodganj, a 1770 metros de altura sobre el nivel del mar. ¡Estamos en el regazo de la Madre Himalaya! Increíble-ble. Este enclave nos atrae a los turistas no solo por las montañas que se extienden anchas y largas hacia el cielo, sino también por ser la residencia habitual del Dalai Lama y por albergar a miles de refugiados tibetanos. Las caras son más asiáticas, sonrientes y luminosas y, en general, se respira una tranquilidad inesperada. De buenas a primeras parece que hemos salido de la India.






2011/01/11

2011/01/07 CLOSING TIME

Ya que llega la hora de cerrar se me ha ocurrido hacer un pequeño inventario.
Qué oculta Rishikesh, y más concretamente Laxman Jhula, que no ha de ser pasado por alto:
Piramid Cafe: un lugar al que solo se llega si se va allí expresamente. Casi al final del barrio, en dirección Ram Jhula, a mano izquierda y subiendo un caminito bastante empinado. El restaurante se oculta bajo los árboles que dan comienzo a un bosque. Es un lugar ideal para disfrutar  de las mesas de fuera con solecito o para cenar en la jaima en la que encienden un fueguecillo para los que quieran entrar en calor. Solo ofrecen productos ecológicos y orgánicos. Una cocina gobernada por nepalís y, por consiguiente, de la que sales unos platos muy variados y deliciosos. Sigue la señales escondidas de la calle.
Moonlight Cafe: También de nepalís. Un día sí otro no hemos cenado de su mano. Con esto sobran los demás comentarios, pero no me quedo sin decir que no tiene desperdicio: todo natural, fresco y al momento. Aunque se llene el estómago gracias a la grandeza de sus platos de deliciosos gustos, no se debe dejar de probar alguno de sus impresionantes postres. El Bonafee Pie y el Crusted Apple Crumbled merecen especial mención: ¡vive los sabores! Se cena a la luz de las velas.
Freedom Cafe: algo más caro que los otros dos, pero lo que se paga es el establecimiento que te acoge. Una cabaña de bambú con diversos recobecos esparcidos y con una hermosa cristalera a la orilla del Ganga. También de nepalís... verdaderamente son unos genios en los fogones.
Ganga Darshan: el más auténtico de todos. Esta pequeña y camuflada terracita, que también da al Ganges, tiene su entrada al otro lado del gran templo. Una vez se terminan los puestitos, unos diez metros a mano izquierda. Hay que andar al loro para no saltarse la entrada, ya que no se deja ver a primera vista. La cocina la regenta un señor mayor indio que prepara el mejor porridge y los mejores huevos fritos de toda la comarca. Rara es la mañana que no hayamos desayunado en este garito. Excelente lugar para desayunar y, además, uno de los más baratos.
German Backery: atención a la confusión que pude acarrear el nombre de este pequeño puestecito de dulces, pues es un nombre muy generalizado y sumamente usado. Se trata de una pequeña vitrina que sacan justo a los pies  del restaurante Little Buddha. Si se cae una vez en la tentación de probar alguna de sus golosidades, se hace la promesa de volver a degustarlas: pastel de zanahoria y plátano, de chocolate,nueces y plátano, galletas de coco, tartas de queso (muy diferentes a las nuestras...), dulces de manzana, muffins variados y un largo etc...
Para tomarse un chai: Siguiendo la calle principal, dirección Ram Jhula, un poco más allá del puesto del doctor ayurvédico Kotari, una pequeña tasca saca a la calle una mesita azul con asiento para cuatro y ofrece a los paseantes el mejor chai de Rishikesh. Merecen también ser mencionados los puestitos de chai que están junto al gran templo. Chai a 5 INR rodeado de pura India.
Si hay tiempo libre o si apetece caminar existe un estupendo paseo desde Laxman Jhula a Ram Jhula recorriendo la orilla del Ganges (río abajo). Se puede hacer el mismo trayecto siquiendo la calle principal, pero más pintoresca es la ruta que aquí propongo.
Una vez se dejan atrás las tiendas y se cruza un puentecito, el transeúnte llega a la altura de la comisaria, que queda a mano izquierda. Unos pasos más y hay una abertura (que más bien parece una rotura) en el muro de la derecha. Solo hay que pasar por el hueco y seguir el sendero que atravesará un montón de rinconcitos de ensueño.
¡Hasta luego, Rishikesh, nos encantará volver a vivirte!

NAMASTE!!

2011/01/05

Más afotos de la excursión






He decidido que estas imágenes no llevan comentario.
NAMASTE!

2011/01/05 Ya nos hemos ido un poquito...

¡Cómo se nos ha ido el tiempo! Hoy mismo se nos ha marchado un trocito de nosotros con la partida de Naiara y nuestra querida patatera salsera, Mari Vic. El último abrazo no nos dejaba soltarnos, hasta que una sonrisa que prometía una pronta reunión nos ha dado la fuerza para dar media vuelta y cada cual con su camino.
Esta última semana en Rishikesh es más melancólica que ninguna (sobre todo hoy que estoy tan sensible...). Que se empiecen a mover los de al lado, nos recuerda que en menos de lo que canta un gallo nosotros también nos iremos dejando atrás esta maravillosa etapa del viaje. Además, acabamos de comprar los billetes, lo que agrava la seriedad de la cercana partida. El domingo a las 16.20 saldrá nuesto tren destino a Pathankot, en Punjab. Mientras tanto, seguimos con el yoga, la meditación, la lectura y las charlas de velada.

Pero bueno, por cambiar de tono, voy a recordar un poco la excursión del otro día. El día 2 de este primer mes de 2011 nos juntamos la piña de siempre (MariVic, Naiara, Franco -Italia-,  Minji -Korea-, Steven -Inglaterra-, Tonatiu -Australia/Mexico-, Borja -Madrid- y los laztanas -Gorka y yorr-) para coger un taxi-jeep, y todos enlatados y felices recorrer el camino serpenteante y montañoso hasta Kunja Puri. Una horilla más tarde nos apeábamos para subir las escaleras hasta el templo de Durga, desde donde podíamos otear las primeras cumbres del nevado Himalaya. Además, como el día había amanecido con mucha niebla (que, de hecho, no se ha levantado del todo hasta hoy mismo), el resto de las cimas que nos circundaban parecían la costa de una mar blanca y esponjosa. todos disfrutamos y nos maravillamos de aquella panorámica.
El plan era bajar desde allí hasta Rishikesh monte abajo y bosque abajo, así que, pasadas las doce comenzamos el descenso. El largo trayecto de bajada contínua, y cuando digo contínua me refiero sin dar un paso en llano hasta llegar al puente de al lado de casa, duró cuatro horas y pico. Fue una travesía impresionante y rompe-piernas que cruzó aldeas esparcidas, aldeanas y sus niñ@s con sus inmensas cargas sobre la cabeza, prados, huertas, caminos en construcción, selvas espesas, paradisíacas cascadas y riachuelos... ¡Increíble!
Me agrada mostraros algunas de las alucinantes fotos que sacamos.

PD. para MariVic: MariVic, eres muy fuerte y alegre; ha sido un verdadero placer haber hecho contigo esta parte de nuestro camino. Tus Laztanas: Gorka eta Eider.
Como sardinillas en lata... ¡pero más contentos!

...

Os presento a Gangotri.

Caminando que es gerundio.

No se sabe si estaban ellos o nosotras más contentas por el encuentro.