2011/10/06

2011-10-05 Últimos rules de acá pallá


Así, el día tres dejamos Chiang Mai detrás, hasta que el futuro nos acerque, o no, hasta sus puertas de nuevo. Será un placer, aunque no ahora, porque ahora estamos on the road again. Salimos por la mañana para llegar a Sukhothai por la tarde. El autobusero nos preguntó que en qué parte queríamos que nos dejase, en la Old City o en la New City... ni idea. No habíamos leído nada sobre nuestro destino (como viene siendo costumbre, nos dejamos caer donde sea, que ya se irán apareciendo las cositas), por lo que le dijimos lo primero que se nos ocurrió: in the bus station. Parece una respuesta de lo más rara, ¿porque dónde si no nos iba a dejar? Pues no, aquí los buses paran donde les da la gana. Por eso decidimos llegar hasta la bus station y así poder preguntar del tirón por los billetes para el día siguiente. Resultó, que la bus station estaba lejos de todo. De la New Sukhotai y, más lejos todavía de la vieja.
Por esta vez, pensamos, nos quedaremos por aquí, lejos realmente de todo y de casi todos. Nos alojamos en la única guest house de la barriada. La habiatación grande y limpia, sin internet pero con un regateo de los buenos. Gorka, muy orgulloso de su logro. Yo, también. Después, nos acercamos a la ciudad nueva, que de hecho, no es más que una calle, con la intención de alquilar unas moticos para que al día siguiente pudiéramos rodar y rodar hasta la ciudad vieja. Resulta que en la vieja Sukhothai, primera ciudad capital de Siam, se encuentran los restos de un recinto monástico budista. Sin embargo, el alquiler estaba bastante caro para nuestra economía, por lo que en lugar de eso nos quedamos a cenar en el mismo restaurante donde alquilaban las motos. Pas mal. Estaba cayendo una gorda. Por esta zona el monzón parece más salvaje.
Al día siguiente, tempranito, cogimos un songteo (una pick-up furgonetilla, tipo taxi compartido) y nos apeamos en el parque histórico. Alquilamos una bicis (regateando, claro) y nos pusimos "pies a pedalear". Volamos y planeamos sobre aquellos céspedes verdes e inundados por las lluvias. Los árboles brotaban en medio de enormes charcos y las ruinas resaltaban su color ladrillo desgastado, mientras un gran número de Buddhas observaban el sosegado paraje con sus intensas miradas conscientes. 
A las diez de la noche de ese mismo día, nos subimos al autobús que nos bajaría hasta Bangkok. A la media hora de emprender el viaje, fuimos testigos de las inundaciones más decentes vistas hasta el momento. Increíble. Todo era una riada. No se veía dónde acababa la carretera, ni si había acera. El agua lo ahogaba todo a su paso. Unos pocos motoristas, con el agua hasta las caderas, arrastraban sus motos como podían, no se veía ningún río desbordado, sino que todo era un río desbordado. ¿Cómo hacen aquí los habitantes? No dejo de asombrarme de lo natural que parece todo ante las caras de los lugareños. Un poco de agua, nada más. ¡Qué pasote!
 Hora de llegada, cuatro de la mañana. Pateamos aquella gigantesca estación para encontrar la taquilla que buscábamos. Y, en vez de la hora que era, parecía que fuese hora punta en el mercado. Cienes de puestos vendiendo de todo, taxistas que te persiguen con su incansable letanía "I bring you, very cheap", gente caminando en todas las direcciones, otros cientos de buses llegando y partiendo... Esto es Asia.
A las cinco cogíamos el siguiente bus hasta Kanchanaburi. Y aquí, nos hemos dejado en manos de un amable taxista que nos ha traído hasta, según él, el guest house más barato del lugar. Y la verdad que es de lo más barato que hemos encontrado en Tailandia. Pero eso no es lo mejor, sino que es un lugar increíble, tenemos una cabaña que está, literalmente, sobre las aguas de río Kwai, el famoso río que apareció en una película (Yo no la he visto, así que no sé nada). Total, que la cabaña tiene atadas debajo unos bidones vacíos, gracias a los cuales, flotamos y flotamos como si estuviéramos en un barquichuelo. A este tipo de cabañas, los llaman raftones. Estos raftones son la leche. No podríamos haber caído en un lugar mejor para acabar nuestro viaje por Asia.
Me he imaginado que las cuerdas que amarran nuestra casita a la tierra, se rompen y que nos vamos, río Kwai abajo... 
Cuando pasan barcos de cierto tamaño, las olas que producen, nos tambalean la casita. 
Por una rendija que tenemos en el suelo de la habitación, se ve el agua fluir. Esto es la pera rabanera. 
Hay un martín pescador en el raftón de en frente. Se pone justo justo en el borde del tejado y mira y mira y  mira, y no se inmuta. Con su pico laaargo mirando pa'lante... su silueta es perfecta. Y su color azul cuando salta para acercarse al agua es mágico.
Hoy me he fijado en una hormiga roja, ¿sabíais que las hormigas se sientan? Pues sí, lo he visto en persona. Apoyan su culito, doblan su espalda y, como los perros y los gatos, ¡se chupan el culo!







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