2011/05/17

2011/05/04-15 Meditación Vipassana

El día 4 de mayo, a eso de las tres y media de la tarde, llegamos al Centro Dhamma de Pratchimbury, dos horas al noroeste de Bangkok, para hacer un curso de meditación. Ya sabíamos algo sobre el curso, pues durante este largo viaje nos habíamos encontrado a mucha gente que nos había hablado de él. Sin embargo, por mucho que nos esperásemos una experiencia dura, la imaginación no llegaba hasta donde llegó, después, la realidad.
Nada más entrar al hall principal los hombres y las mujeres deberían separarse, cada cual en su zona, hasta que llegara el día 15 por la mañana. Leímos de nuevo todos los preceptos y todas las normas a las que tendríamos que atenernos el tiempo que allí nos alojásemos, y firmamos nuestra aceptación. Nos dieron los números de nuestras celdas y cada cual buscó el barracón en el que le tocaba hospedarse. 
Después, a las cinco, nos dieron de cenar y, con las barrigas llenas, fuimos a otro hall donde tendrían lugar los discursos en inglés. De nuevo, nos explicaron en qué consistiría el curso y que, por favor, intentásemos ajustarnos a las instrucciones dadas, sin juzgar si nos parecían bien o mal; que, simplemente, hiciéramos lo que se nos decía y punto. Esa era la única manera de que la técnica podría regalarnos los frutos de su enseñanza.
Diez días que comenzaron a las 4.00 de la mañana con la campana general y acabaron a las 22.00 de la noche con el apagado de las luces. Diez días sin hablar los unos con los otros, ni siquiera intentar comunicarnos mediante gestos o miraditas... Diez días para meditar y observarse a uno mismo. Diez días para ser conscientes de cada una de nuestras respiraciones y sensaciones corporales. Diez días para entender que en esta vida no hacemos más que reaccionar a las sensaciones y vivir encadenados a y por ellas. Diez días para comprender que si de verdad uno ejercita su voluntad, puede llegar a ser dueño de su vida y observar las sensaciones, exactamente, como lo que son: puras sensaciones, reacciones del cuerpo que toman vida en el momento en que la materia hace contacto con la mente. Nada más y nada menos. 
Ahora bien, lo que parece una tarea fácil es, sin lugar a dudas, la tarea más difícil que hemos llevado a cabo en estas nuestras vidas. Sentarnos con las rodillas cruzadas, espalda y cuello rectos, con la firme determinación de no moverse ni abrir los ojos durante horas y horas. Aprender a ser conscientes de la respiración natural, tal y como el cuerpo respira, sin intentar controlarla, ni profundizarla, ni suavizarla... y aprender a observar las sensaciones sin identificarse con ellas, sin valorarlas, solamente observarlas tal y como son: si son de dolor (así era la mayoría de las veces), si eran picores, si eran sensaciones sutiles y agradables... siempre sin intentar buscar las sensaciones placenteras y sin intentar evitar las sensaciones desagradables.
Pues resulta que esta simple pero complicadísima labor, te va abriendo la mente, te va mostrando ciertas verdades... verdades que, quizá, a nivel intelectual parecen lógicas y aceptables, pero que a nivel experiencial son rechazadas si no se practica y trabaja con las sensaciones.
No voy a explayarme más, solo decir que ahora mismo, lo que más me gustaría en este momento, es que todas las personas que quiero hicieran este curso, que no lleva más que diez días de sus vidas, para que pudieran compartir conmigo esta paz interior, felicidad y optimismo. Ya que, la mayoría, somos miserables sin darnos cuenta. Y ese el problema, IGNORAR QUE SE IGNORA.
¡Ojalá todos y todas podáis sentir esta energía positiva con la que impregno estas palabras!
PAZ Y AMOR, hoy más que nuca.





Los barracones.


Paseo hasta el hall de meditación.


Hall de meditación.


Uno de las decenas de lotos que brotaban en el estanque.


Recordatorio.


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