2010/11/25

PRIMER PIE EN INDIA




Tal y como estaba previsto, ayer salimos de Bilbao hacia Asia. Antes hicimos una paradita de rigor en el aeropuerto de Heathrow en Londres, y dispuestos a gastar las libras sueltas que tia Loli nos había dado unos días antes, nos pedimos unas hamburguesas bien cargadas, patatas y un botellín de agua para compartir. Según los cálculos de Gorka, la cuenta nos saldría redonda. Dejamos el  dinero sobre la mesa y nos dirigimos a una tiendecilla para comprar agua. ¡Cuál fue nuestra sorpresa, cuando al darle cuatro libras al tendero nos dijo que no llegaba! ¡Claro! Según Gorka las monedas de dos peniques eran de dos libras… lo que nos dejó sin agua y, lo que es más, ¡con deudas en el restaurante!
De la vergüenza que me entró, nos metimos en la zona “quiet waiting room” (para esperar más tranquilamente) y nos hicimos los dormidos hasta que salió nuestro avión.
Hoy hemos aterrizado a eso de las diez y media en Delhi, es decir, cuatro horas y media más que en casa. Nada más traspasar el mostrador de aduanas, un ruido de tipo charanga llegaba hasta nuestros oídos. Hemos dado unas cuantas vueltas, intentando dar con el puesto donde se compran los tickets para el taxi, sin éxito. Visto que los consejos e instrucciones de los lugareños no nos llevaban a ningún sitio, optamos por preguntar a otro mochilero que andaba por allí. Este chico, como se ha visto después, tampoco tenía mucha idea, ya que ha confiado en la palabra del primer truhán que se le ha cruzado, y nos hemos metido los tres en un autobús destartalado. Nos hemos puesto en marcha sin esperar a que nadie más entrara, es decir, todo el autocar para nosotros, y ya la cosa nos ha olido a chamusquina.
Total, que nos ha guiado hasta un parking en medio de ningún sitio y nos ha hecho bajar allí mismo. Hemos pasado tres kilos de pagarle, y nos hemos metido los tres con nuestras mochilotas en un ricksaw (motoreta)… ¡vaya espectáculo! Si había tres carriles pintados en la carretera, los que allí circulábamos éramos cinco carriles. Menos mal que esta gente está acostumbrada a este trote, y doy gracias a su dominio de volantazo-bocinazo-frenazo de última hora.
Hemos bajado de ese chisme andante en la calle del Main Bazar, y allí hemos preguntado por los precios de las habitaciones, mientras otros serviciales señores de algún otro lugar mejor… ¡patrañas! Los pocos cuchitriles que hemos visto tenían la misma pinta. Pero, en fin, como estábamos destruidos por el viaje, hemos aceptado hacer noche en un hotelillo  de una callejuela sin nombra. Descripción: la cama es doble compuesta de una tabla y un colchón de dos dedos de espesor, no hay ducha pero sí agua caliente (dándole a un interruptor 25 minutos antes), no hay ventanas pero sí un agujero encima de la puerta…
Bueno, si bien el lugar parecía tranquilo hasta ese momento, nada más echarnos sobre la cama para descansar un poquito, alguien ha encendido la tele y ha comenzado un festín de decibelios. Sin embargo, lo de la tele nos ha parecido un cántico suave, cuando de golpe y porrazo hemos sentido los ruidos provenientes de la calle. Como nos hemos enterado más tarde, hoy es el día en que rezan para curarse y piden salud a gritos y golpes de tambores.
La calle rebosaba de gente y colores. Un montón de camionetas y de más vehículos provistos de enormes bafles han inundado la zona con cantos, bailes con espadas, malabares de fuego y comida por doquier. Todo ello nos ha dejado una primera sensación de excitación y agobio. Menos mal a los buenos seguratas armados con palos, que ahuyentaban a los moscardones come-turistas.
Primer día en Delhi: necesitamos tiempo para aclimatarnos.

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