2011/11/03

2011-11-01 La Rochelle; en casa de Alix


¡Prueba superada! Ayer nuestros anfitriones du Moulin de Kerlautre, nos bajaron hasta la autovía que corre hacia Nantes; dirección que deberíamos tomar para ir a donde queríamos ir. Tras contarles nuestra fracasada experiencia de hacer dedo en Francia, Stephen nos dijo que probáramos con un cartón, en el que escribimos el nombre de nuestro destino y lo decoramos con bonitas flores. No sé si fue gracias a eso o, seguramente, gracias al buen sitio que escogieron para colocarnos a las orillas de la vía, pero el primer coche no tardó en pararnos más de quince minutillos.
El señor que corría como una liebre nos alargaría hasta Vannes, y con él recorrimos los primeros cincuenta kilómetros a dedo en Francia. Nuestra esperanza de seguir con esta manera alternativa de viajar aumentó y la ilusión, también. Una vez en Vannes, los ánimos se nos cansaron de nuevo... y es que estuvimos casi hora y media esperando y viendo pasar a los miles de coches a toda leche que no paraban ni a la de tres. El cielo se puso gris oscuro... empezaba a hacer frío... y parecía cada vez más eficaz desear con todas nuestras fuerzas que todos los nubarrones se esfumaran que ninguno de aquellos carros de fuego se pararan.
Ya estábamos los dos sujetando en cartón, acurrucaditos el uno contra el otro debajo de nuestro paraguas rojo que Air Asia nos regaló involuntariamente, cuando paró nuestro coche de la guarda. Un joven y un niño que iban más al sur que lo que íbamos nosotros, ¡bien! Resulta que era un punky en toda regla, que al contarle sobre nuestro viaje, nos enseñó las fotos de su ruta por Europa del este con otros cuatro punkarras... nos caímos rebién al instante. El viaje ameno acabó en la salida 33 de la Autoroute francaise, a la altura de Niort. Nos deseamos mutuamente todo lo mejor para nuestras vidas y mochilas a la espalda salimos de la autopista caminando que es gerundio. Lo bueno de ir a pie es que ¡no tuvimos que pagar el peaje!
Los sesenta kilómetros que nos restaban hasta La Rochelle los hicimos con una señora dicharachera que nos acercó hasta el centro de la ciudad, incluso sin tener ella la necesidad de llegar hasta tal punto. No había queja alguna, pero sí dos grandes sonrisas en nuestras caras. Lo que el tio Google Maps calculó que serían unas cuatro horas de viaje, los hicimos en unas seis horas y media. Debuti.
Para más comodidades, resulta que en donde nos apeamos nos esperaba la cabina telefónica que necesitábamos para llamar a Alix, que sería nuestro siguiente anfitrión de couch-surfing en esta ciudad. Este descolgó el teléfono y con un gracioso español con acento afrancesado nos indicó los pasos a seguir hasta su guarida. Tomamos el urbano número 6. Él vendría a recogernos con su niña, Sasha, a la parada de Mormonais. Nos abrió la puerta de su casa, que de hecho, nunca está cerrada, y nos mostró el que sería nuestro nido para las siguientes dos noches. También nos calentó una sopita bien rica y muy picante que había preparado Stephanie por la mañana; una parisina mestiza con la que comparte su casa. Además, nos sirvió unas copitas de vino para brindar por nuestro encuentro. Según este generoso anfitrión, le gusta dar a la gente por que así, después, la gente sigue la caída del dominó, y da a otros otro poquito de bienestar.
Me viene a la cabeza la letra de una canción de Jorge Drexler:

"CADA UNO DA LO QUE RECIBE
LUEGO RECIBE LO QUE DA
NADA ES MÁS SIMPLE
NO HAY OTRA NORMA
NADA SE PIERDE
TODO SE TRANSFORMA"

Ese peaso cartelaso.

¿Quién se lo pasa mejor?

¡Arrrrg!

Costas, bonitas costas salvajes...

Visitando el ayuntamiento y descubriendo la historia de la ciudad 
a través de las palabras que nos dicta Alix.

Paseo por el puerto.

Atardece naranjamente sobre los tejados...






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