2011/11/18

2011-11-18 Bordeaux y la energía positiva

Pasaron dos semanas con los Noyer. El pasado miércoles dejamos su casa para ponernos rumbo hacia el sur. Nuestro próximo destino sería Burdeos. Mathilde se prestó voluntaria para acercarnos a la entrada de la autopista de Rochefort; y nos quiso acercar tanto que al final no pudo dar marcha atrás, y tuvo que entrar en la autopista, sí o sí, (asi de pícaramente están planeadas las autopistas... todo por sacar los cuartos a los conductores). Así que debido a este percance no solo nos acercó hasta la autopista sino que nos bajó hasta Saintes, que era la siguiente salida, a unos 30 kilómetros de Rochefort. Ya solo tendríamos que recorrer otros 130 para llegar hasta la ciudad bordelesa. 
Apenas esperamos veinte minutillos antes de que un señor muy agradable nos parara y nos invitara a subir a su buga, una kangoo granate y muy amplia. Además tuvimos la suerte de que iba directamente al centro de la ciudad... nos dejó al lado de la estación del tranvía, a cinco pasitos de nuestra mágica cabina (o gabina, según alguna malagueña salerosa) telefónica. Increíble documento. Quedamos con nuestros nuevos anfitriones en la parada Arts et Metiers, zona universitaria, en donde nos recogieron diez minutos después.
Más de veinticuatro horas después nos tuvimos que acordar de nuevo de nuestra mágica cabina telefónica, pues al llamar a los Long tuve la mala pata de dejarme mi cuaderno de viaje allí, olvidadico. Sin embargo, llevamos una racha en la cual la energía positiva nos envuelve vayamos a donde vayamos, y cuando Gorka y Anthony se acercaron en coche para ver si por suerte o causalidad seguía allí, pues así fue. Volvieron a casa y me devolvieron la sonrisa de alivio junto con este tercer cuaderno en donde llevo anotadas más que simples palabras. ¡Que grande!
Pero no queda ahí la cosa. Gorka llevaba algunas semanas con molestias en una muela. Al parecer una parte del diente la tenía kili-kolo (sueltecilla) y le dolía al comer. Llevábamos tiempo pensando en dentistas y de cómo nos las íbamos a arreglar para poder pasar la factura al seguro de viaje. Por fin, hoy, nos hemos decidido a visitar a un odontólogo. Carine, la mamá de nuestra casa, ha buscado en Internés uno que estuviera cerca de donde vivimos y le ha llamado para averiguar si un amigo español podría pasarse para que le echase un vistazo. El señor le ha dicho que pasáramos cuando quisiéramos, por lo que nos hemos puesto las zapatillas y hemos caminado siguiendo el croquis que Carine previamente nos ha garabateado. Ni diez minuto andando. Ni dos minutos en la sala de espera. Ni diez minutos en la sala de operaciones odontológicas. ¡Qué eficacia y qué señor más agradable! Resulta que el señor hablaba un poquito el castellano y que era más majo que las pesetas. Le hemos empezado a hablar sobre el seguro de viaje y en seguida nos ha callado diciendo que no haría falta. Gorka y yo nos mirábamos y no entendíamos nada. ¿O acaso era que él no entendía tanto nuestro idioma...? Anestesia, pinzas, trozo de diente pa'fuera, escupitajo de sangre, un poco de cera en la zona afectada, alguna recomendación... "¿Bueno, y qué se debe, doctor?" - "¡Ohh! No ha sido nada... ya os podéis marchar." Nosotros flipando, Gorka recalcándole que quería un dentista como ese cerca de casa y yo abrazándole y plantándole dos besazos por lo que acababa de hacer. ¿Alguien se lo ha creído? ¡Porque a nosotros que lo hemos visto y vivido aún nos cuesta! 
No todo en este mundo está perdido. Cada vez nos topamos con más seres humanos... ¡va a ser cierto eso de que OTRO MUNDO ES POSIBLE!


Primeros pasos en Bordeaux.


Arriba: Carine y Anthony Long
Al centro: Matthieu Long


De izquierda a derecha: Banana, Bender y Blis.


En la plaza Victoire.


El Pont de Pierre sobre el Garonne.


La Plaza de la Bolsa reflejada en el Miroir d'Eau.


La catedral.


No hay comentarios:

Publicar un comentario