2011/07/18

2011-07-18 Lujo y glamour en Phnon Phen

Dos mochileros que van de tirados haciendo dedo por Cambodya acaban por rendirse a los pies de un gigante con aire acondicionado y piscina en la terraza del tejado... 
Cuando hemos llegado a la capi y hemos salido del todoterreno, me ha venido una idea un poco descalabrada a la cabeza. Le he propuesto a Gorka buscarnos un hotel con piscina por cambiar. Al principio casi ni yo me lo creo, pero a los dos nos ha parecido que sería muy guay... ¡con el calor que hace! Hemos hablado de lo que estaríamos dispuestos a pagar, a sabiendas de que no se parecería a los precios a los que estamos acostumbrados. 
Nos ha parado un tuc-tuc y le hemos dicho que nos llevara a un hotel con swimming pool... el señor nos ha llevado a un hotel de muy buen aspecto y de muy elevada tarifa, pero sin pool... y mira que era lo único que pedíamos... en fin, los camboyanos tienen todo el derecho del mundo de no enterarse con el inglés. Le hemos pagado, y mochilas al hombro, hemos empezado a andarillear, sin rumbo fijo, en busca de un guest house cualquiera.
¡Tachán! hemos dado con una calle llenita de guest houses de aspecto barato, peero a Gorka algo le decía que aquel edificio alto que veíamos al final de la calle tenía una piscina en tó lo alto. Total, por acercarnos y preguntar no perdíamos nada. 
Cuando hemos estado en la puerta, nos hemos dado cuenta de que aquel hotel no tenía nada que ver con los guest houses que poblaban el resto de la calle. Nos han enseñado el menú con los precios de las habitaciones y el corazón nos ha dado un vuelco... De todos modos, la pregunta del millón era: "¿do you have swimming pool?". Respuesta afirmativa. Aún sabiendo que no íbamos a pagar por ello, hemos aceptado ver la habitación y ver la piscina. Oliendo a sudor y cansancio, la simple vista de aquella "aska" (abrevadero) azul de azulejo, nos ha hecho repensarnos lo ya pensado, pero el precio estaba muy por encima del máximo que habíamos establecido.
Cabizbajos hemos descendido las siete plantas, ¡en ascensor! (ya no recuerdo cuando cogí uno la última vez) sin decir ni mú. Ya en recepción, mirando tristes a la mochilas que nos colocaríamos para seguir la búsqueda, el jefe de la barraca se nos ha acercado y nos ha dicho que nos podría hacer un buen descuento (por ser temporada baja y por haber abierto el lugar hace tan solo ¡tres días!). Los ojos se nos han abierto esperanzados y entonces, ha dicho, la cifra. Justo. Justo. ¡Justo lo que queríamos pagar! ¡Y con el desayuno incluído! 
Aún no nos lo podemos creer: aire acondicionado, agua caliente, cepillos de dientes, albornoces, un "calienta-aguas" con tés y cafés, fruta fresca en una cesta, televisión de pantalla plana, terracita privada, neverita, champú, gel de ducha, jabonetillas, bastoncitos para el cerumen orejil, un gorro de ducha, un peine, cuchilla de afeitar con un botecito de espuma, una libreta y un lápiz, Internés en la habita, olor a nuevo, limpieza impecable, teléfono para llamar a recepción, servicio de habitaciones... ¡madre mía! Y lo más importante: la piscina, claro, en una terraza desde la que se ven el Mekong, los parques centrales de la capital camboyana, y todo a menos de diez minutos andando del monumento a la Independencia... 
Como marqués y reina. Aclaro, por si acaso, que me he rasurado las piernas para la ocasión. Nos hemos puesto los albornoces blancos y nos hemos subido a la piscinilla. No sin antes pasar por recepción para que nos viese todo el personal en albornoz, por no saber utilizar el ascensor... ¡jajaja! 
¡Quién iba a decirnos que la idea descabellada iba a convertirse en realidad! y además que la realidad fuera más dadivosa que la idea misma... Estupenda manera de pasar nuestra última noche en esta alegre Cambodya.

Maravilla de colores tormentosos en Kampot.


Pescador ribereño.


Canales y más canales.


Los niños y sus juegos.


Gorka, sus niños y sus juegos.


¡Ese swimming pool en la mitad de Phnom Phen!


Cambodya.


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