2011/03/22

2011/03/17 De puente a puente y sigo porque me lleva la corriente

Desde que no escribo hemos pasado por muchos lugares. De Gorkha (del que partimos habiendo visitado el Durbar gratis por llegar antes de que el taquillero  se hubiese incorporado a su puesto de trabajo) bajamos a Kathmandu, la gran capital de este país. Pasamos dos noches allí: tiempo  que transcurrimos callejeando, descubriendo numerosos templos y bazares que esconde la ciudad, ojeando las miles de tiendas que ofertan imitaciones de ropas de renombre caro  a precios muy asequibles y conociendo a Ion e Idoia, dos Getxotarras con los que compartimos mucha comida y buena charla.
De Kathmandu (al que volveremos para seguir nuestras exploraciones) cogimos el bus a Bodanath o Bouddha, barriada en la que se encuentra la Stupa más grande e importante para los budistas tibetanos fuera de su país de origen. Esa es , exactamenete, la razón por la que el barrio se viste de túnicas naranjas y granates, y la mayor parte de sus casas y negocios están regentados por tibetanos. Estando allí, recorrimos el camino de peregrinación que desemboca en Pashupatinath, que se dice es la Varanasi de Nepal. Se trata de un lugar muy sagrado para los hindús, con un montón de templitos de adoración y un río en el que se lavan, rezan, tiran sus basuras y creman a sus muertos.
Quisimos cruzar la puerta principal pero vimos que un letrero avisaba de que la entrada quedaba limitada exlusivamente a hindús , así que fuimos a preguntar. Un señor muy devoto nos confirmó que si bien él nos dejaba entrar por allí, sería Dios quien nos impediría el paso. Así que satisfechos con la respuesta que nos dejó sin réplica alguna, vagamos por entre el gentío y bajo el abrasador sol de mediodía.
Y hoy hemos llegado a Bhaktapur, impresionante pueblo newari, en un tiempo capital de Nepal (valle de Kathmandu), cuyas casas muestran tejados y balconadas de madera detalladamente labrada, un impresionante Durbar Square y miles de maravillosas pagodas. Es un pueblo reconocido por la Unesco y por eso hay tarifa de entrada. Sin embargo, dos basurillas siguen arreglándosela para encontrar alguna callejuela trasera y colarse en estas fantásticas calles de piedra y madera. Dicen por ahí que donde se hace la ley se hace la trampa.







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