2011/03/08

2011/03/07 Ya va pa una semana en Pokhara

Llegamos a Pokhara con la ilusión de darle una sorpresa a Mari Vic, ya que sabíamos en qué lugar paraba. Cogimos un taxi que nos hizo la jugarreta, y en vez de llevarnos al Nirvana Guest House nos dejó en el Nirvana Hotel. Hablando con el recepcionista supimos que ninguna Mari Vic se hospedaba allí. Cabreados por ser estafados nos pusimos a caminar en la dirección en que nos habían dicho los del hotel. Nos paró otro taxista al que le contamos lo que nos había ocurrido y aceptó llevarnos por 50 NR (la rupia nepalí está a 95) al destino correcto.
No hizo mucho más que  un kilómetro cuando paró y nos dijo que la tarifa había que subirla a 150 NR... de nuevo cabreados, cogimos nuestras mochilas y sin pagarle nos pusimos a caminar hacia delante. Siempre adelante. Hacía calor y llevábamos seis horas de carretera nepalí a las espaldas, así que le comenté a Gorka por qué no cogíamos un guest house cualquiera allí mismo para descansar un poco. Aceptamos barco. Avistamos uno a pocos metros de donde estábamos y fuimos a preguntar por el precio.
A eso que estábamos saludando e intercambiando las primeras palabras con la dueña del lugar, una cabecita rubia asomó por el balcón de arriba y la voz de Mari Vic expresaba la sorpresa de encontrar aquellas caras conocidas a las puertas de su guest house. La sorpresa que habíamos querido darle, se había desplegado de tal forma que nos cogió a nosotros debajo de su manto de emoción. Una vez más la sincronicidad de la vida sale a relucir en este viaje.
Al día siguiente nos encontramos también con Mikel. Gora Euskadi, mekauen la leche! Los dos marcharon tres días después y nosotros nos mudamos al famoso Nirvana Guest House. Olé por este sitio, señores. Está situado en un barrio apartado del meollo de Pokhara, 30 minutos largos andando, con maravillosas vistas al gran lago y a la stupa de la colina que hay en frente. Más cosas: ¡tenemos cocina! ¡vaya alegría cocinar para uno mismo! Después de más de tres meses dependiendo de los restaurantes, se agradece una cocinita donde prepararse la comida. Nos hemos cascado unos desayunos magistrales en el tejadito de paja que hay en el jardín. Estupendo lugar para hacer yoga por las mañanas y para sentirse de vacaciones de relax. 
Ya hemos cruzado el lago en barquichuela; nos costó una hora de remada sin parar, si no para sacarnos las fotos de rigor, después aparcarla en la orilla opuesta y subir desde allí a la stupa para la paz mundial. Una hora de subir escaleras en cuesta, sin prisa y sin pausa, bajar y remar de nuevo todo lo ancho del lago. Me quedé bien satisfecha de barquichuela.
Y, hoy por la mañana, antes de que saliera el sol nos hemos puesto en marcha hacia Sarangkot. Todos los cansancios conocidos se nos han quitado al llegar a la cumbre, desde donde hemos podido ver a los cuatro Annapurnas, el Machapuchare y a otro de cuyo nombre no me puedo acordar, casi desde primera línea de playa. El primer ocho mil que conocemos desde tan cerca. El placer es nuestro, señora Annapurna.

No me iba a quedar sin probarlo...
Marcando la vía de cumbre.
Esas pedazo tostadas con tomate y aceitito de oliva...
¡Dale al remo, marinero!
 Despertando el alba en Pokhara.

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