2012/08/06

2012-08-06 Paseillo por la Alpujarra

Ya nos despedimos de Carmelo, Silvio, Román y  Mónica. Los días transcurridos con la familia han sido estupendos. Hemos hecho de todo, nos hemos reído, hemos jugado y hemos reflexionado. La verdad sea dicha, vinimos a Andalucía para conocer proyectos alternativos, y aunque hayamos conocido algunos, la mayor parte del tiempo la hemos pasado con los amigos. Que aunque a veces nos lo reprochemos, está bien  así. A mí, por lo menos, me ha hecho feliz, y eso es lo único que cuenta.
Dejamos Carcabuey al atardecer para no padecer la caló aplastadora. Esa noche íbamos a repetir el lugar de pernocte, así que no había miedo de perderse ni urgencias a la hora de buscarnos un huequito. Llegamos al embalse de Cubillas de noche. La mañana siguiente ya íbamos rumbo a las Alpujarras. En Granada nos paramos a comprar unos retalillos de cuero y a llenar un poco más la furgo... poco a poco nos vamos pareciendo más a una despensa que a otra cosa. Pues Paco, que conocimos en la Feria Medieval, nos había regalado una bolsa de retales y un punzón, Jose una cesta, Nono otra cesta, Mari Carmen una bolsa de lanas, los Moral Triano una lata de aceite y otras hortalizas... a este ritmo pronto Hulk tendrá que venir corriendo detrás nuestro o atado a la furgo y con patines... ¡jeje!
Total, de nuevo en la carretera sabíamos que teníamos que seguir dirección Motril hasta que ya nos indicase hacia Órgiva, peeero Gorka se emocionó al ver el letrero de Sierra Nevada y a mí me contagió su alegría. Alegría de vivir es lo que no nos falta a nosotros. Subimos casi hasta el pico Veleta con nuestra furgo, vamos, que porque nos topamos con que habían vallado la carretera a unos 2500 metros de altura. Nos quedamos patidifusos y con la boca tonta... ¡y eso que llevábamos mapa! pero un mapa de 1990. Eso nos pasa por ir reciclando los mapas que la gente va dejando en los basureros de las gasolineras.
Un señor que tenía allí arriba un chiringuito montañés nos explicó que la carretera que atravesaba al otro lado se cerró hace mucho tiempo, que ahora solo se podía continuar a pie. Vaciamos las vejigas y nos sentamos a comer el hamaiketako, que consistió en pan con aceite y unas rodajillas de tomate con sal. Y ya después, comenzamos el descenso hacia Granada, hasta encontrarnos de nuevo con la señalización hacia Motril. En fin, somos ambos dos unos cabezas de txorlito... ¡qué le vamos a hacer!
Una vez arribados a Órgiva era casi la hora de comer y hacia un calor que no dejaba ni pensar. Paramos bajo unos arbolillos y aquello tan solo era una trampa, pues era como un horno: que estaba oscurito pero el aire que te envuelve por todas partes te va quemando desde dentro.
Llenadas las panzas no sabíamos ni qué hacer, pero allí quietos no nos íbamos a quedar. Bajamos a por agua a una fuente que habíamos visto junto a la carretera al subir. ¡Cosas del Vivir! En la fuente paró otra furgoneta con gente joven que nos comentaron que podíamos ir a Beneficio, que allí encontraríamos sombra, agua y alguna que otra sorpresa. Mira tú por dónde, sobre Beneficio ya habíamos leído y escuchado antes, así que nos gustó la idea de acercarnos. Una comunidad hippy en toda regla... ¡qué lugar tan encantador y mágico!
Una cascada rompe contra las rocas y nace un arroyuelo poderoso y fresco que desciende entre curvas y causa un vergel de sombras verdes y acogedoras. A lo largo de ese vergel se esconden las casas de las gentes que viven a su ritmo y a su manera. Cada cual se monta su choza al estilo personal, y ninguna distorsiona la naturaleza que lo rodea. Según nos comentaron, allí viven al rededor de 200 personas en armonía con el medio.
Hacia el atardecer volvimos a Órgiva a buscar un sitio donde dormir; y es que en Beneficio no podíamos meter la furgo y el lugar donde aparcamos quedaba un poco lejos para acarrear a mano todo lo necesario.
En seguida nos hicimos huequillo en un parque con muchos eucaliptos. Nos duchamos a baldazos, cenamos y nos acostamos. Y ya cuando estábamos a punto de apagar la luz se oye que alguien aparca cerca y que empieza a pitar. Sale Gorka y una voz de señor nos avisa de que allí no podíamos estar, que hacia ese sitio venían los municipales y que más valía que nos marchásemos si no queríamos pagar una multa de 150 euros. ¡Sustito! mira que somos de los que al llegar a un lugar lo sacamos todo y se queda todo como el rosario de la Aurora, bien esparciditas todas las cosas... pues no sé ni cómo lo hicimos pero en menos de cinco minutos estaba todo dentro, Gorka conduciendo la furgo fuera de allí y yo llevando a Hulk por detrás. Visto y no visto. ¿Tú te enteraste de algo? Yo tampoco. En menos de media hora ya estábamos acostados one more time, con la mesa y las sillas fuera, la neverita junto a un árbol y ya habiendo hablado con la mujer que vivía en frente para que no hubiera malos entendidos ni malos rollos. Además, allí había más eucaliptos.
Al día siguiente Hulk se despertó con un montón de picotazos, y al comentárselo a dos señoras que aparcaron cerca, nos dijeron que por allí había un bichillo que causaba muchas muertes de perros y nos aconsejaron ponerle un collarcillo. También nos indicaron cómo llegar a una zona de baño.
Ese día volvió a calentar de bien, por eso lo pasamos en remojo gracias a las instrucciones de aquellas dos ladies. Para el anochecer subimos a Pampaneira: un pueblo que parece haber sido extraído de unos dibujos animados. Muy bonito. Paseando por sus calles se fijó Gorka en un cartel que hablaba de quesos. No pudo resistirlo; entró y salió con el quesero que traía en la mano un platito con diferentes quesos y pan.
Exquisito queso de cabra alpujarreño, delicioso aceite de Carcabuey y ecológico pan de Órgiva: esa fue la cena. ¡Y bien que la disfrutamos! ¡Vaya productos de categoría!
A las siete y media del siguiente día ya estábamos dando tumbos con la furgo para poder evitar las calores diurnas. Nuestra idea era la de recorrer la Alpujarra, cruzar el puerto de la Ragua y buscar al otro lado algún que otro vericueto. ¡Vaya dos fitipaldis! Creíamos que en tres horillas estaríamos bien puestitos, con agua en las cercanías y demás comodidades. ¡Probreticos! Preguntando aquí, perdiéndonos allí y volviendo un poco más lejos, terminamos por aparcar la furgo a eso de la una y media en un sitio anteriormente conocido: el pantano de Cubillas, que no nos falla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario