2012/06/08

2012.06.08

He empezado a cantar una canción que desde que la escuché siempre me ha gustado. Hacía mucho que no la escuchaba ni cantaba, y me ha hecho ilusión acordarme de la letra. Es euskera pero dice así:

"Si alguien dijera: - En mi casa no hay paz.
que buscara la paz en la casa del vecino
o en la última esquina del mundo.
Pero si tuviera paz en casa
que no buscara la guerra en ningún lugar,
pues perdería la paz y su casa
en la esquina del mundo!".

Pues ya salimos al camino. Paramos en Molina de Aragón, para visitar a Juli, que lo conocimos en el Encuentro de Rurales Enredados. En el Alto Tajo, zona que nos fascinó por su belleza natural, cuatro ciervos salieron a saludarnos al asfalto y a desearnos buen viaje. Conocimos Cuenca, que desde que vi un documental sobre la ciudad, tenía metido en la cabeza que la quería verla. El Casco Antiguo precioso. Desde allí empezó el secarral... ai ama! pobre Albacete, pobre Murcia... ¡Vaya calor! Hacíamos kilómetros y kilómetros surcando grandes llanuras amarillas, marrones y verde apagados. Ningún árbol. Literal, ¡ninguno! Ya pasó mediodía y seguíamos sin comer... ¿cómo íbamos a parar con la que estaba cayendo? Los arbustejos que se veían aquí y allí eran lo suficientemente pequeños como para dar sombra quizá a las ruedas de la furgo... así que sudamos y sudamos hasta que en la lejanía, fuera de la autovía, oteamos el único cúmulo de árboles grandes en aquel basto terreno desértico. Ya serían las cuatro y media, cuando conseguimos llegar a aquel lugar. Salimos a respirar un poco, tragarnos un poco de pan, aceite y queso, y media hora después Gorka volvía a pisarle al acelerador, al embrague y al freno. A las siete, más o menos, estábamos bañándonos en el Mediterráneo, en el último pueblo costero murciano. Marika nos comentó por teléfono que ya estábamos a horita y media de su casa. ¡Ya estábamos en Andalucía!

¡Mucha felicidad para todas!


Molina de Aragón


Alto Tajo


Cuenca




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