2011/08/13

2011-08-13 Llegando a Krabi, Tailandia

Nuestra estancia en la isla se alargó algo más de lo imaginado. Cierto es que en cuatro diíllas ya lo teníamos casi todo visto (sin contar todos los buceos que se podían haber hecho...), pero de nuevo, la lentitud con la que pasa el tiempo en la isla, o mejor dicho, con lo lentamente que pasamos el tiempo los que nos quedamos en la isla, el cuerpo se va acostumbrando a esa sosegada rutina de yoga, bañito, desayuno, siesta, peliculilla, bañito, cena y trago, y es difícil dar con el día de partida. Bueno, eso y la convicción con la que Pablito nos repetía "venga, ¡un día más!", acompañado de unos generosos ringgits que nos prestó porque nos habíamos quedado sin parné y en la isla no había manera de sacar dinerillo.
Ayer, día 12 recogimos las mochilas para eso de las siete y cuarto de la mañana, y justo cuando nos disponíamos a salir del bungalow de Antonio, empezó a caer la de dios. Lo que nos retuvo un rato en la terracita y nos hizo repensar lo de salir ese día o dejarlo para el día siguiente. Los truenazos debieron depertar a Pablo que apareció en su ventanita, de nuevo con cara de recién despertado, y nos propuso ir a desayunar. Nos pusimos los plásticazos y corrimos hasta el restaurante. Peeero, claro, era demasiado temprano y allí no había ni cristo. Así que se nos ocurrió hacer yoga... de todos modos, tendríamos que esperar hasta el siguiente barco porque no estaba la mar para navegar...
Para cuando terminamos nuestra sesioncilla la galerna ya había amainado. Desayunamos y, esta vez sí, nos encasquetamos las mochilas para ir a Coral Bay, desde donde nos subiríamos a nuestro bote y, ¡candela hasta tierra firme! Para eso de la una del mediodía estábamos de pié en el arcén y haciendo dedo. No esperamos ni veinte minutos. Un racing y su novia nos pararon y nos llevaron primero hasta Kota Bharu y después, hasta la frontera. Al llegar donde queríamos no pidieron dinero, peeero, seguíamos sin ringgits (bueno, teníamos un ringgit, pero era vergonzoso darles aquello), así que finalmente, les dimos una gafas de sol, con lo que parecieron quedarse satisfechos. Nosotros lo estábamos aún más, ya que aquellas gafas nos las habíamos encontrado en las calles de Kuala Lumpur. ¡Jaja!
Total, sellito en el visado malayo, sellito en el visado tailandés, y a patear hacia el primer pueblo:  . Estuvimos cerca de otra horita intentando hacer dedo sin éxito, tras lo cual fuimos a preguntar precios en la estación de tren y de bus. Con la espalda atrofiada y más cansados que la pera, fuimos a buscar algún guest house barato. Una ducha rápida y a cenar. Ya estaba anocheciendo, lo que se dejaba notar en las calles, pues todos los fieles del Ramadán salían a los mercados y puestos de comida para ponerse tibios. Que aunque la mayoría en Tailandia sean budistas, aquí en el sur son totalmente musulmames, lo que nos chocó bastante. Al principio... luego ya no.
Y hoy a las seis y media de la mañana salía nuestro tren hacia Thung Song. Nueve horacas y media de tren de madera: asientos de madera, paredes de madera, suelo de madera, techo de madera... y al final, nuestros culos también ¡más duros que la madera! Pero eso también ya pasó. A las cuatro nos apeábamos del tren y nos dirigíamos a la estación de buses para comprar los billetes hacia Krabi. Teníamos una horita de espera lo que nos ha venido de perlas para meternos unos pad thais entre pecho y espalda, y reponer un poco las fuerzas antes de meternos en este bus que nos lleva de camino a nuestro siguiente destino.



Don Pablo en su ventana.


En el chiringo con unos refrigerios.


¡Good bye, Perhentian!


"I'M ON THE ROAD AGAIN..."



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